Chapter Twelve: I don't know what hurt me more if...

337 27 8
                                    

Me debatí por mucho rato si venir o permanecer en casa. Pero un fuerte impulso hizo que mis pies se pusieran andar. En un momento me encontraba caminando por las calles empedradas y en el otro, cuando menos me di cuenta  la humedad de la tierra mojada enlodaban mis converse. El aire era fresco y como la mayor parte de los días aquí el cielo se encontraba cubierto por una manta gris que escondía los rayos del sol y el cielo azul. Corría una corriente de aire fresco que provocaban que los olores de la naturaleza se intensificaran. Conforme más me iba acercando, pude distinguir el olor a madera y si no estaba mal ¿Lavanda y Jazmín? No tardé en ver una casa de campo con tejas oscuras y paredes de piedras blanquizcas manchadas con el tiempo pero,  que de no ser por parte de la celosía que se encontraba cubierta por una enorme enredadera con pequeñas flores moradas se habría visto como una casona triste y abandonada. Era tan bella como sacada de un cuento. Al bajar la mirada vi flores plantadas y comprendí que aquellas eran la lavanda y el Jazmín que me habían dado olor metros atrás.
El que oliera a sección de perfumería se debía claro a su casa que estaba llena de estas lindas flores. No tenía idea si siempre estuvieron aquí o él las había plantado. Cual fuese la opción, me di cuenta que conforme conocía una parte más de Matt yo cada vez iba sintiendo como si una brecha nos separara. Llevo mi mano sobre mi brazo derecho donde debajo de mi chamarra de mezclilla yace uno de los tantos moretones por el forcejeo que tuve con Jared. La escena de su mano aferrándose a mi brazo mientras me empuja con la pared me viene a la mente como rápidos destellos.
Baje la mirada y pensé que había sido una mala idea el haber venido. Mi moral estaba por lo suelos en estos momentos pues aunque los golpes fueron a causa de "desobedecerlo" por juntarme con Matt y él que me cuestionara sobre Garret, yo no le permití que me controlara. Creo que el que se lo gritara fue lo que causó más su ira.  No regresaría porque él me lo dijo, sino porque no sentía los ánimos de enfrentar a Matt después de lo de anoche. No así. En serio quería pasar el día con él, pero quería hacerlo sintiéndome bien. No pretendiendo.
Estaba por darme la media vuelta cuando escuché el sonido de la puerta abrirse y a Matt saliendo de aquella bella casa. Tragué grueso y esbocé una nerviosa sonrisa. Entonces me obligué a caminar hacia el camino de faros que se encontraban a los costados que guiaban hacia la entrada.
Matt aunque tenía una sonrisa pude ver que conforme más me acercaba a él, sus ojos me estudiaban con tanta precisión que me hizo sentir como si pudiera ver a través de mi sonrisa falsa.
—Hola —lo saludé.
Hizo un suave cabeceo invitándome a pasar.
Se hizo a un lado para dejarme entrar y cuando pase por su lado, recordé que había olvidado llegar con Will por la pista que le daría. Golpeó mi mano contra mi frente.
—¿Qué pasó? —Me preguntó.
—Es solo que olvidé algo. Si me apuro puedo volver... —traté de decir con intenciones de irme pero su mano sosteniéndome el brazo me lo impidió.
Solté un quejido ante su agarre, no porque me hubiese lastimado sino porque yo ya tenia moretones por la noche anterior. Matt de inmediato me libero de su mano escaneándome de arriba a bajo con una expresión severa. Tragué grueso y esbocé una sonrisa nerviosa. Antes de que pudiera hacer o decir algo, la lluvia se soltó de la nada interrumpiendo nuestro contacto visual. Ambos dirigimos nuestra atención a fuera viendo como las gotas caían en cascada con tanta fuerza que movía de un lado a otro las flores de su jardín. Estaba claro que el ir por el regalo tendría que esperar.
—¿Tienes café? —le pregunté y Matt dibujó una débil sonrisa.
—Tengo Pepsi —dijo como consolación.
—Claro que si —asentí y dejé mi mochila en su sillón mientras mis ojos viajaban de un lado a otro admirando el lugar por dentro.
Desde que lo conocí no había un día en el que no lo viera tomando Pepsi. Creo que era lo único que lo veía ingerir desde que lo conocí; en la escuela o en el video club cuando me hacia compañía.
—Tu casa es muy linda —le dije mientras mis ojos viajaban por la decoración minimalista con las paredes de un color neutro. En el fondo dominaba una pared de ladrillos con seis repisas alargadas en color blancos que estaban llenas de lo que parecían ser diferentes tipos de cuadernos.
Curiosa por aquella colección me acerqué cada vez más, alejándome de Matt quien se encontraba en la cocina haciendo que sabe qué. Cuando llegué lo suficiente cerca como para tocar con cuidado el lomo de cada libreta abrí mi boca de asombro confirmando que se trataban de cuadernos y no de libros como al principio creí.
—¿Todos estos son tuyos? —le pregunté mirando sobre mi hombro hacia donde él se encontraba.
Matt continuó caminando hacia mí con dos Pepsis en cada mano mientras observaba como si fuera la primera vez su estante. Me extendió la mano y me entregó la bebida la cual acepté.
—Si —respondió y escuché el chasquido de la lata siendo abierta.
Volví a mirar la repisa y de nuevo a él con sorpresa en mis ojos.
—¿Has escrito en todos ellos? —pregunté curiosa a lo que él asintió como si no fuera la gran cosa— ¡Vaya! Podrían ser sagas —comenté maravillada.
Entrecerré los ojos mientras me acercaba un poco más para verlos con claridad hasta analizar cada uno de ellos con detalles. Los dos primeros estantes eran de un encuadernado de piel pasando de la soga a un boche que los mantenía cerrados. Era como ver una curiosa evolución del cuaderno con sus años. Era fascinante.
Volví mi vista a Matt quien me miraba con cierto nerviosismo e intriga.
—¿Qué tanto escribes en ellos? Yo tengo como cuatro libretas y en todas ellas no paso de la mitad.
—Pensamientos. Ideas. Reflexiones —contestó con cautela. 
Pude sentir como mi sonrisa se alargaba hasta mostrar mis dientes. Matt esbozó una tímida y tierna sonrisa que en lo único que pude pensar fue que tenía una de las más bonitas sonrisas que haya visto en alguien antes.
Cada vez que conocía un poco más de él, no me gustaba solo un poco sino mucho más.
Nuestro contacto se mantuvo por varios largos segundos en los que no dijimos nada, tan solo permanecimos sonriéndonos el uno al otro como si pudiéramos comunicarnos con la simple conexión de nuestros ojos. No sé qué fue pero era como si las palabras no fueran relevantes. La calma y la seguridad  que todo él me trasmitía era algo que nunca imaginé experimentar. Me hacía sentir que nada afuera de esta casa existía, no había ningún problema, solo éramos él y yo en estos segundos y nadie más podía perturbar eso.
No entendía como una persona con tan solo sonreírme podía hacerme sentir tan feliz y segura de mi misma. ¿Podía ser esto a lo que llaman amor?
Mi sonrisa se desvaneció de golpe cuando la pregunta cruzó mi mente para después romper el contacto visual y volver mi atención a las repisas blancas que sostenían las libretas.
¿Qué carajos estaba pensando?
Abrí mi lata y tratando de mantener la serenidad le di un primer sorbo a la Pepsi para después hacer una mueca al sentir el gas en mi boca.
—¿Y esa cara? —preguntó burlesco Matt.
—El gas —fue lo único que respondí tratando de pasar el líquido por mi garganta.
Comencé alejarme de aquella sala hasta caminar a una de las ventana que daban hacia el costado de la entrada. Las enredaderas adornaban el vidrio convirtiéndose en lo primero que veías. Era hermoso tener una vista así. Tan solitaria y al mismo tiempo acompaña por la vegetación y los aromas a tierra húmeda, las flores y la naturaleza misma de la madera de los árboles. Su casa que en un principio creía estaban embrujada por las historias que escuché de niña tan solo eran cuentos pues no había pisado un lugar tan acogedor y bonito como era este lugar. Era cálido.
—¿No da tanto miedo como la iglesia verdad? —bromeó llegando detrás de mi.
Negué y giré sobre mi hombro.
—La casa es muy acogedora. ¿Está bien con solo vivir tu solo? ¿No es algo solitario? —le pregunté.
—Es extraño estar por mi cuenta pero comienzo a tomarle gusto —me regaló una dulce sonrisa.
El venir aquí había sido en parte para avanzar en nuestros ensayos de la clase de historia pero hicimos todo menos eso. Me di cuenta que solo tenía latas de Pepsis, Red Bull excepto comida. Él solo dijo que comía fuera. Extraño porque nunca lo había visto comer otra cosa que no fuera un refresco. Una vez que nos pusimos cómodos en su sofá, comenzamos a jugar charadas usando tarjetas de mi libreta adivinando a criaturas mitológicas, actores, personajes de películas, etc. Dos cosas de las que me percaté fue que era la primera vez que veía a Matt reír tanto que no reconocí  la carcajada que salía de su boca y dos, que era malísimo en el juego.
Por estar nublado había perdido la noción del tiempo y no tenía idea lo tarde que podía ser. Las horas pasaron mientras ambos jugábamos adivinar el personaje.
—¿Tengo poderes mágicos?
—¡¿Matt, cómo es posible?! !Mitológico Matt! ¡Mitológico! —exclamé.
Este soltó una carcajada fuerte y chillona que me hizo explotar en una risa por su risa.  Verlo reír tanto como alguien despreocupado y sin el peso que carga en aquel mar perturbado de sus ojos era como ver al verdadero Matthew, aquel que en pequeños lapsos emergía a la superficie sin darse cuenta.
—Hacía mucho tiempo que no me divertía así —soltó una vez que se calmó.
—Esto sería mucho más divertido si a la próxima invitamos a Will y a María —sugerí.
—Eso estaría bastante bien. Prometo tener comida para la siguiente. —sonrió.
Incliné mi cabeza en el respaldo del sofá y contemplé las facciones perfectas (o bueno, que para mí lo eran) de Matt. Sus cejas delgadas y rectas, sus labios rosados y carnosos, su cabello corto y castaño que caía a los lados. Mi corazón se aceleraba con cada día que pasaba tiempo con él. Deseaba en mi ser poder ser lo suficiente como para continuar a su lado y qué tal vez, solo tal vez él comenzara a verme con diferentes ojos más que como una amiga, si no era el caso, con solo continuar teniéndolo en mi vida me bastaba para sentir las ganas de continuar en este infierno que llamamos vida.
Tal vez estaba cometiendo un error en pensar esto pero, Matt se había convertido en mi sueño, aquel que me motivaba para crecer y salir lo más lejos posible de aquí.
—¿Viniste a quedarte verdad? —le pregunté en un murmullo que de no ser porque nos encontrábamos los no me habría hecho escuchar.
—¿Por qué lo preguntas? ¿Ya quieres que me vaya? —preguntó en un tono juguetón.
Esboce una débil sonrisa.
—Quisiera que te quedaras. En serio me caes muy bien. Me gusta —hice pausa y tragué grueso— tu compañía.
De pronto su sonrisa se desvaneció un poco.
—Theo... —me llamó en un tono bajo y serio que se percibió como un pero— creó que serás tú la que se vaya primero antes que yo.
—¡No! —exclamé precipitada— Yo nunca lo haría —le aseguré casi como si fuera una promesa.
Este esbozó una pequeña sonrisa divertida al ver mi actitud sobresaltada.
—¿No piensas ir a la universidad? —me cuestionó divertido.
Abrí mi boca y dudé unos segundos antes de responder.
—Pues si ¿no? ¿Tú no? —le pregunté.
—No sé si valga la pena —dijo despreocupado.
—¿Si no vas a la universidad...piensas quedarte aquí o irte a otro lugar? —pregunté con miedo a su respuesta.
—Todo dependerá.
Bajó la mirada y comenzó a morderse las uñas. Sin pensar mucho, mi mano tan solo tomó la suya para detener aquella acción. Sus ojos azules volvieron a posarse en los míos con un ligero destello de sorpresa. Nos quedamos unos segundos con nuestras miradas conectadas sin poder decir nada. No sé en qué momento fue que me acerqué o tal vez él que podía sentir su respiración golpear en mi nariz. Estábamos tan cerca el uno del otro que apenas y pude vislumbrar una pequeña cicatriz debajo de su ojo derecho arriba de su mejilla. Inconscientemente abrí mis labios esperando, o bueno, invitándole a cerrar el pequeño espacio que separaban nuestros labios. Tal vez yo estaba perdida en el momento pero me pareció notar en Matt una indecisión en su cabeza al debatir si proseguir o detenerse. En ningún momento su mano soltó la mía, lo sabía porque sentía sus dedos helados entrelazados en los míos.
Tragué grueso y contando rápido en mi cabeza mientras cerraba los ojos me aventuré a saltar por el vacío sin saber si seria atrapada o me estrellaría. Así que lo besé. Fue pequeño y fugaz, casi un beso más de niños que de adultos pero bastó cómo para sentir una electricidad pasar por mi espalda y una llamarada de felicidad y euforia con tan solo sentir la suavidad de sus labios por encima.
En cuanto me aparte baje la mirada sin poder abrir los ojos de la vergüenza al darme cuenta que acababa de hacer.
Lo había jodido todo.
—Lo siento mucho —le dije sintiendo toda la vergüenza del mundo.
—No te preocupes —me dijo en un tono calmado— solo no lo vuelvas hacer.
Mi corazón se estrujó al escuchar aquella petición y fue como si un enorme cristal se rompiera contra mi.
Podía sentir como mi garganta se cerraba y mi mano se apartaba de la suya como si me quemara.
—Entendido —respondí en un murmullo.
—No eres tú, Theo. —comenzó a explicarse y yo negué con la cabeza tratando de decirle que se detuviera pues de mi boca no podía salir nada al sentir las lágrimas desbordarse si abría la boca, por lo que él continuó—: Es solo que no creo ser lo que necesites en tu vida. Me importas mucho, en serio. Pero no puedo ser más que tu amigo.
Asentí y cerré por unos segundos mis ojos tratando e encontrar serenidad para poder encararlo.
—Está bien. Apenas y fue solo un beso —dije tratando de sonar divertida, aunque  sintiera mis palabras agridulce— ¿Sabes? Nunca abrimos el libro que me prestases —reclame para cambiar de tema y pretender que aquella caída contra el suelo no me había dolido y tan solo no había sucedido— Dijiste que me ayudarías y no he hecho nada —continúe usando un tono sarcástico y divertido para esconder la tristeza en mi interior.
Elevé al fin la cabeza y me atreví a mirarlo con una débil sonrisa irónica.
—Aún hay tiempo para eso —respondió mientras se levantaba del sofá para ir tal vez a su habitación.
No sé si lo que me dolió más fue el rechazó o que me siguió el juego a la perfección para pretender que el beso nunca pasó.

CHANGES [Matt & Chris Sturniolo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora