Capítulo 11

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Me estoy preparando para ir a los ensayos de Geo y desde que me desperté no he dejado de pensar en lo que sucedió esta madrugada.

Lance volvió al apartamento con el rostro golpeando. Es la tercera noche que pasa. Él sale tarde y regresa temprano.

Solo que está vez fue diferente.

¿En qué estará metido?

Llevo mi bolso detrás de mi espalda y salgo de la habitación. Estoy atravesando el pasillo mirando los pequeño cuadritos que no había visto y cuando voy a cruzar escucho que me llaman.

Sacudo la cabeza creyendo que es solo ideas mías y sigo con mi andar.

—Infiltrada—me detengo en seco.

¿El chico tinta me está llamando?

Me espero y vuelve a suceder.

¿Me está llamando?

¿Para qué me llama?

Me devuelvo y me acerco hasta la puerta. Esta tenía una pequeña abertura. Lo que me indica que no está trancada.

—Melanieeeeee — su voz suena adolorida.

¿Le contesto o no?

¿Qué querrá?

—Melanieee.

Ruedo los ojos con irritación y contesto.

—¿Que?

—Entra.

—¿Ah?

—¿Eres sorda o qué?— aprieto los puños—.Que entres y no preguntes.

—¿Para qué?—igual lo hago y refunfuña.

Jajaja

—No tendremos sexo si eso te preocupa— viro los ojos, que hombre tan engreído. No entiendo como Geo está enamorada de este tipo—.Necesitó tu ayuda.

—No puedo—lo evado enseguida—.Me tengo que ir.

—No, no, no Melanie por favor no te vayas—suplica desesperado—.En serio necesito tu ayuda.

Me regreso y me pongo otra vez frente a la puerta.

—Tengo prohibida la entrada—lo digo con intención—.Lo lamento.

Exclama.

Me cubro la boca para que no oiga que me estoy riendo.

—Solo por hoy te dejo entrar a mi habitación.

—Lo haré con una condición—digo astuta.

—¿Condición?

—Si.

—Ni lo sueñes.

—Bien—finalizo—.Como quieras. Adiós.

—No, no, no—gruñe en mujeriego—.¡Espera! Mierda, ¡Que insufrible eres!

Rio en silencio.

—¿Qué es lo que quieres?— voy a responder pero me interrumpe, como siempre—. ¿Un beso? Olvídalo, no beso chicas feas y menos despistadas. ¿Y follar? Menos, eso nunca sucederá. Así que pide otra cosa.

—Tu cerebro está fundido de tanta mediocridad—le digo ante su conclusión errónea—. ¿Acaso no te das cuenta de que no todas las chicas babean por ti? Que existe un porcentaje que piensan que eres un imbécil.

—Un porcentaje mínimo dónde estás solo tú.

—¿Eso crees?—mascullo.

—Todas me aman. Soy irresistible.

Y Llegaste Tú| Terminada| CorrigiendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora