Capítulo 9.

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Capítulo 9| Voy a casarme, Nell.

Antonella Cavalcante:

La mesa estalla en festejos por parte de mi hermano y de mi padre, Eleanor sonríe castamente y yo solo me digno a apretar los labios y esperar de mi misma ser lo suficientemente fuerte para que esto no me destruya.

«En el fondo lo sabías»

Escucho la voz de Eleanor taladrarme la cabeza y aquel día en la cafetería me llena de dolorosos recuerdos. Habían rumores de que iba a casarse, ¿como es que los dejé pasar? más bien, ¿como es que fui lo suficientemente estúpida para ignorarlos?

—¡Felicidades! ¿encontraste a la mujer con la cual sentar cabeza, eh?— bromea mi hermano y no sabe lo mucho que aquello me molesta.

Lionel recibe sus abrazos y sus felicitaciones como un hombre feliz que acaba de anunciarle a su familia que va a casarse con la mujer de su vida.

—¡Venga! ¿no es una excelente noticia, Nell?— gira Nathaniel hacia mi pero estoy tan absorta en mis pensamientos que escucho su voz lejana.

—Sí...— logro responder.

—Te tengo una sorpresa— le dice papá a su amigo de toda la vida y cuando pienso que la cosa no podría ir peor, aparece la futura señora Herrán con unos mariachis de fondo.

Suelto una carcajada amarga para mis adentros y me pongo de pie cuando ella va directamente hacia Lionel y lo besa como si fuese suyo.

«Es por que lo es»

Me excuso con mi padre y los demás, marchándome directamente al baño. Al llegar allí me miro al espejo y sonrío para mi misma, ¿que me pasa? ¿por que estoy decayendo ante esta noticia? me iría nuevamente a la universidad y no tendría que verlo nunca más si quisiera.

«Quería llorar, hundirme, quería desaparecer»

Pero me lo aguantaría hasta salir de aquí.

La puerta del baño se abre con brusquedad y lo veo aparecer en el espejo, colocándose detrás de mi. Busco sus ojos y cuando me los entrega, niego al no encontrar ningún arrepentimiento en su mirada.

«¿Es lo que me merecía? ¿un amor así de doloroso y vacío?»

Intenta tocarme el hombro pero me aparto y eso parece dolerle.

«Que le duela, que le arda»

—Escúchame...— pide.

Ni siquiera niego, no hago nada, me mantengo estática en mi lugar mirándole a los ojos.

—Antonella— susurra— todo tiene una explicación.

Me mantengo firme lo más que puedo pero la barbilla me empieza a temblar y tengo que morderme el labio inferior para que el dolor me haga aguantar las lagrimas.

«Por que el dolor ayudaba en muchas cosas, ¿no?»

—¿Vas a escucharme, pequeña? ¿vas a dejarme explicarte?— rogaba. Que no le respondiera, que no le dijera nada de lo que yo estaba pensando, le desesperaba más.

Paso de él para irme hacia la puerta y marcharme nuevamente a la mesa, pero me agarra de la muñeca y lo empujo lejos de mi al sentir su tacto, con rabia, con dolor, con furia.

—¡En tu vida vuelvas a tocarme!— le grito y le golpeo el pecho con los puños bien cerrados.

Amore...

—Y no vuelvas a llamarme así— pido con la garganta llena de púas y un dolor inmenso en el pecho.

—Dime lo que piensas, por favor— pide, volviendo a tomarme y yo me remuevo en sus brazos. Cuando no me deja ir, lo empiezo a golpear– ¡Si te sientes mejor golpeándome, pues venga! ¡grítame también si quieres!

El Mejor Amigo De Mi Padre. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora