XXVII: Royalty

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La sala más grande en el inmenso castillo estaba siendo adornada con distintas decoraciones alegres, para conmemorar que el año nuevo ya estaba presente. La reina no había tenido tregua estos días, se había dedicado única y exclusivamente a planificar todo y ordenar, cómo siempre.

Su hijo, Katsuki, —príncipe y heredero al trono— no parecía muy contento con esta celebración. Irían muchísimas personas; príncipes, princesas, duques, marqueses, condes, vizcondes, barones y un sin fin de otras personas pertenecientes a la nobleza. Iba a ser una auténtica locura. Y lo peor para él es que tendría que ser amable, por mucho que no lo quisiera tenía que dar una buena imagen de la familia, para que todos vieran que tarde o temprano tendrían a un rey educado gobernando sobre ellos.

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Katsuki ya se encontraba allí para recibir a todas las personas que habían sido invitadas a la fiesta. La gente ya se iba sentando en las sillas para poder darse un buen festín con la cantidad de manjares que habían sobre las mesas, otros se atrevían a bailar un poco con la suave música que ambientaba el lugar. Bakugou suspiró, iba a ser una fiesta muy, muy larga.

—Katsuki, necesito que te comportes por hoy.—Le susurró su madre en el oído.

—Siempre me comporto bien en esta clase de eventos.

—Pero este es diferente.—Carraspeó antes de continuar.—Deberías fijarte en las jovencitas que hay en la fiesta, ¿acaso ninguna te llama la atención? después de la cena podrías invitar a alguna a bailar.

¿Y como le iba a explicar que no le importaba si era una joven de la nobleza o una simple plebeya, porque en realidad no quería tener nada que ver con una mujer? Quiso decírselo, pero entonces llegó una familia de nobles a la fiesta. Su madre rápidamente se acercó a saludar.

La familia Kirishima, una de las familias de la nobleza más ricas de todo el país, había escuchado hablar de ellos. Decían que su patrimonio podría hacerle competencia a los príncipes, y sobre todo —según las jovencitas del reino— el menor de la familia había sido bendecido con la belleza. Y entonces, lo vió. Al joven que estaba siempre entre las conversaciones y risitas de las muchachas, Eijiro Kirishima. Y entonces entendió porque todos decían que era un joven majestuoso que no tenía nada que envidiar a los príncipes más bellos, él incluido. Todos estaban en lo correcto, Eijiro Kirishima era un chico precioso.

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El festín había terminado, varias parejas ya se encontraban bailando juntos la suave música. Katsuki miró a todos los invitados, y vio a Eijiro en una mesa cercana, sentado, jugando con su tenedor sobre su plato vacío. Sabía muy bien que su madre le había dicho que debería bailar con alguna jovencita, pero él lo único que quería era bailar con Eijiro, y eso ahora parecía ser lo único que le importaba, más allá de lo que su madre pudiera pensar o le pudiera decir una vez la fiesta termine.

Se levantó de la silla y se dirigió hacia él, extendiéndole su mano. Él la tomo.

—¿Me concedes este baile?—Preguntó con nerviosismo.

—Por supuesto.

Ambos tomados de la mano dejaron atrás las mesas para adentrarse en la pista de baile. Con unas sonrisas algo tímidas comenzaron a bailar al ritmo de la música, Katsuki pudo sentir la mirada de su madre, —y probablemente del padre de Eijiro— clavada en su nuca. Pero poco o nada le importó.

Después de que la canción terminara, ellos dos ya estaban envueltos en risas amistosas, lejos de la timidez que sentían en un principio, es cómo si hubieran tenido una química instantánea. Katsuki tomó su mano, y lo llevó hasta una puerta trasera, camino a los jardines del castillo.

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Caminaron por los jardines bajo la tenue luz de la luna. Eijiro hablaba maravillado sobre los distintos tipos de flores que se podían ver en los grandes jardines, y Katsuki todo lo que podía hacer era escucharlo y resolver sus dudas.

—¿Cómo es ser príncipe?—Preguntó Eijiro de repente.

—Supongo que es bueno.

—¿No te sientes presionado? en cualquier momento podrías convertirte en rey, y el peso de todo un país caerá sobre tus hombros.

—De vez en cuándo, sí, me siento presionado.

—Pero para cuando te conviertas en rey tendrás a tu reina a tu lado.

Él tosió.—¿Podría ser honesto contigo? no puedo contárselo a nadie, y me gustaría soltarlo de una buena vez.

—Por supuesto, alteza. Puedes contarme lo que sea.

—La verdad es que no quiero una reina.

—¡Oh, no te preocupes! eso es normal, aún eres muy joven.

—No, no me estás entendiendo. No voy a querer a una reina ni ahora ni nunca, porque en realidad... quiero un rey, aunque eso suene imposible.

Los ojos de Eijiro se abrieron por momentos, sorprendido. Pero pronto emitió un sonido de afirmación, haciéndole saber que lo había entendido.

—No te preocupes, eso no es nada malo.


—¿Lo dices en serio?

—Tampoco se lo digas a nadie, pero yo, cómo duque, no quiero a una duquesa, sino otro duque.

Ahora fue él el sorprendido, sin ninguna duda.

—Vaya... no me lo esperaba.

—Supongo que todos tenemos algún secreto que no podemos decir.

A lo lejos, se escuchó cómo las campanas daban la medianoche.

—¡Oh, debería irme!—Dijo Eijiro, al parecer apurado.—Mis padres dijeron que nos quedaríamos en la fiesta hasta la medianoche, así que supongo que es hora de irme.

—Oh... en ese caso, ha sido un placer estar contigo, Eijiro.

—Lo mismo digo, su majestad.—Hizo una pequeña reverencia ante él.—Espero poder volver a hablar con usted algún día.

Antes de marcharse, Eijiro dejó un suave y gentil beso en su mejilla, un beso que hizo que sintiera un calorcito en su pecho. Eijiro era el chico más lindo que hubiera visto en toda su corta vida, y no podía esperar para verlo de nuevo.

















Krbk month 2023 [Bakushima]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora