Capítulo tres

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Aurora

Apenas y he salido de mi habitación en las dos semanas, mis heridas han sanado en su mayoría y el dolor ya no existe. Estoy cansada de estas cuatro paredes, por ello me he despertado muy temprano para salir a trotar, he descuidado mis rutinas y ahora que me siento mejor creo que es el momento adecuado.

Cuándo abro la puerta no hay nadie del otro lado y sonrío victoriosa al no encontrarme a mi guardaespaldas allí, llevo semanas huyendo de su mirada en aquellas ocasiones que pasaba de mi habitación a la de Thony para verle, él como buen perrito guardián me seguía a todos lados. Seguro, si logro estar sola por hoy calmaría mi ansiedad.

Bajo hasta la cocina donde escucho risas y frunzo el ceño para entrar, Martha está sirviendo café de espalda a mí y lo que llama mi atención es a Jimena con sus codos apoyados sobre el comedor de la cocina y a Daemon. Ambos me observan y Jimena se pone recta al verme.

—Buenos días, señorita Aurora ¿Desea algo?

No respondo y paso de largo para acercarme a Martha y darle un beso en la mejilla.

—No seas mal educada— me regaña.

Hago una mueca y voy a la nevera por una botella de agua para girarme y salir hacía la entrada de la casa, tomo mi celular y conecto los auriculares inalámbricos para que la música comience a oírse, paso bajo la mirada de algunos guardias que me observan curiosos y salgo a la calle, comienzo a hacer mi estiramiento y al cabo de unos minutos comienzo a correr.

Taylor Swift llena mis oídos con su música, mis músculos se calientan a medida que avanzan los minutos y yo me alejo de la propiedad, al cabo de quince minutos me detengo por el cansancio y el pecho me sube y me baja mientras controlo mi respiración, un movimiento a mi derecha me pone alerta y en el instante que volteo.

Daemon está ahí.

—No pensabas irte sin mí — su voz es tal cómo la recuerdo, gruesa, una melodía exquisita para cualquier mujer.

—No quise molestarte en tu coqueteo con la servidumbre— digo y de inmediato me arrepiento de que esas palabras hayan salido, no tengo porque decir esas cosas. No me interesa y punto.

La comisura de su labio se eleva en una sonrisa.

—No te confundas, no me importa pero si mi padre se entera que estás coqueteando con el personal femenino te despedirá.

El tuerce los labios.

—Hablar no es coquetear— avanza hasta mí — si no, estuviese coqueteando contigo ahora.

Ruedo los ojos.

—Ni lo sueñes, estoy por muy encima de ti.

—Eso es lo que crees— me examina con esos ojos que me recuerdan a una interminable y violenta tormenta, grises y hermosos— Así qué… ¿La hija de Salvatore Ferreti?— dice.

Evito su mirada— Si, pero no te conozco no actúes como si lo hicieras.

Sonríe ampliamente — por supuesto, Rebekha, o mejor te llamo Aurora.

—Ni se te ocurra decirle a mi padre que me conociste antes — le digo rápidamente.

—Puedo guardarte el secreto, pero no olvides que me debes un favor.

—Eres mi guardaespaldas, que no se te olvide— le digo amenazante presionando mi dedo contra la ropa de su pecho. Él baja la mirada observando mi dedo y me toma de la mano acariciándola pero la aparto de inmediato y me doy la vuelta para continuar con mi rutina.

Si él me reconoció, no cabe duda que la peluca no funciona.

Padre casi nunca está en casa, siempre se la pasa ocupado con su gente o viajando para hacer negocios en cualquier parte. Por ahora, su problema es con los rusos y con el ataque que recibimos Thony y yo, sin embargo no le tomo importancia.

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