Capítulo veintidós

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Aurora

Despierto con la sensación de estar siendo observada y me siento sobre la cama notando el vacío a mi lado.

Daemon no vino.

—¿Me buscabas?—su voz en gruesa y en medio de la oscuridad y la luz de la luna dando poca iluminación lo veo sentado en el mueble, sus piernas largas están ligeramente estiradas.

—Si— admito.

—¿Por qué?— lo siento diferente y me doy cuenta del vaso que tiene en su mano. Está ebrio.

—Me he acostumbrado a ti, lo sabes.

—Igual yo.

—¿Estás ebrio?— pregunto para salir de dudas.

—Quizás— se lleva un trago a la boca y bebe.

Lo observo durante segundos.

—¿Por qué Daemon?— cuestiono refiriéndose a su nombre. Estoy segura que no es su verdadero nombre, todos en la mafia saben quién es él y realmente ocultar su nombre junto con su rostro habrá sido algo difícil de hacer.

—Mi madre me llamaba, Daemon. Decía que era el nombre que tenía para mí antes de que mi padre pidiera que me llamarán Falcone. Legalmente mi nombre es Falcone Morozov, pero muy pocas personas saben eso.

Realmente pensaba que Falcone era su apellido. Pero conocer una parte del hombre que tanto me gusta me hace sentir especial.

—¿Por qué te mantenías oculto? Admito que es una muy buena táctica para tus enemigos no saber a qué se enfrentan.

Daemon se rasca la barbilla y me observa, amo cuando su atención está sobre mí.

—¿Cómo crees que pude ingresar a tu casa como un simple guardia?, Nadie conocía el rostro del heredero de la mafia rusa, nadie me conocía. Todos oían de mí, pero nadie sabía cómo realmente era.

—Casi mataste a mi padre y hermano— le recuerdo.

—Casi. Fallé porque mi atención se centró en la chica que corría por su vida hacía el bosque.

Claro, yo.

Ruedo los ojos y él se hacer a mí, agachándose frente a mí.

—Nunca me he arrodillado ante nadie, pero debo admitir mi derrota ante ti, Koroleva, estoy perdido por ti.

Alza su mano y en un gesto en lo que me parece tierno me acaricia la mejilla.

—Estamos perdidos— le digo y me acerco para besarle los labios.

(...)


Creo que no había tenido sensación más placentera que despertar junto a un hombre. Daemon abre los ojos lentamente y me observa.

—Buenos días — le digo.

—Buenos días — me da una ligera sonrisa de lado— me he quedado dormido.

—Eso parece.

—¿Quieres que te prepare el desayuno?— pregunto y el corazón se me acelera.

—Seria perfecto.

Todo ha sido un desastre.

—Mierda— digo cuando me doy cuenta que el pan se me está quemando.

Sinceramente no sé cocinar,  pero un pan no es tan difícil de hacer ¿verdad?.

—¿Que está pasando aquí?— una mujer habla en un perfecto ruso que me hace girar para mirarla, es una señora como de unos sesenta años, el cabello canoso lo lleva recogido sobre su cabeza en un moño alto, sus ropas son elegantes en color negro y zapatos de tacón realmente altos—¿Así que tu eres la hija de Salvatore?.

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