Cuando Las Máscaras se Caen

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Capítulo 51: Cuando Las Máscaras se Caen


~Narra narradora~

El baile continuó, la música resonaba con su natural encantó y las posiciones parciales se alternaban las unas con las otras, siendo el primer, el segundo y el tercer lugar los puestos más difíciles de destronar. Tanto Liam como Aarón compartían con gran orgullo, parcial y temporalmente, hasta el final de la selección, el podio asegurado.

La revolución de Aarón aún no desaparecía en su corazón, siendo imposible de olvidar la gran experiencia vivida sobre el escenario. Sonreía con simpleza y naturalidad, relajado pero a la misma vez nervioso, siendo víctima de una extraña ansiedad ante la importante falta de participantes por bailar. No obstante, una parte de si lo confortaba dulcemente, sintiendo la seguridad de que su puesto no sería arrebatado.

Con su botella de agua en manos, optó por salir de tras bambalinas y observar desde una posición más cómoda lo que aún restaba del espectáculo. Podía observar con mayor claridad la cantidad de personas convocadas por la magnitud del evento. Las incrédulas miradas de sus compañeros parecían no afectarle en lo absoluto, experimentando la seguridad y confianza que en años no había sentido.

- Con ese 92 no pruebas nada Lucero. Fueron demasiado amables contigo. Serás bueno bailando, pero eso no cambia el hecho de que eres una persona repulsiva, asquerosa y horrible. Nada cambiara lo que eres en verdad, ¿Por qué no mejor te vas a bailar al tubo y dejas esto a los profesionales?- Expresó Liam a espaldas del más grande sin realizar contacto visual- ¿No dirás nada o es que reconoces lo que digo?

- No te diré nada porque no voy a prestar atención a cosas que no me interesan. No me interesa lo que digas. Sé lo que soy y lo que valgo, y si aún prefieres perder tu tiempo menospreciandome, allá tu problema- Fue su respuesta la que causó aún más repudio en el adolescente, quien acabó resignandose para así retirarse con una sentida molestia. Molestia que ahogaría bebiendo de su botella de agua.

En paralelo y de manera completamente discreta al público, la seguridad del evento se encargó de privar de la multitud el disturbio ocasionado entre Gael y Valentin. Las importantes heridas eran visibles por dónde sea, sus atentas miradas compartían la ira del mismo infierno, mientras que una burbuja invisible a sus ojos mantenía englobada la tensión sufrida instantes atrás.

Para mala fortuna de Valentín, todo apuntaba en su contra. La falta de testigos, lo visto por los guardias y el desesperado testimonio de un niño mudo logró doblegar la mirada de los adultos. Cómo si el destino en verdad estuviera en su contra, lo que más jugaba en su contra era el simple hecho de haber sido encontrado con el hacha en manos mientras que Gael sufría una importante herida.

Al tratarse de un hecho verdaderamente serio, donde la legalidad amenazaba con ambos jóvenes, el decreto final a sus destinos era derivado a la comisaría General Pueyrredón, donde los de boina azul tomarían cartas en el asunto.

Fatídico el destino de Acosta, en verdad era fatídico. Jamás en su existencia conoció a una persona que encarnará el verdadero significado de la maldad pura. No solo se había perdido la presentación de su novio, sino que prontamente estaría por recibir su primera causa penal de la manera más injusta posible, donde la falsa careta de un psicópata compraba la confianza de quién lo conocía.

¿Qué podía hacer?, ¿Llorar?, ¿Gritar? Un potente grito de impotencia deseaba escapar horrorosamente de su alma, un grito tan desgarrador que simbolizaba el dolor de tan cruel injusticia que estaba viviendo. En verdad deseaba gritar y que el mundo entero supiera de su inocencia, que todos conocieran el verdadero rostro de Lucero Gael y las mentiras que implicaban su despiadada farsa. ¡El era inocente, era una víctima más! Y aún más doloroso... ¡Nadie le creía!

La Meta de 27Where stories live. Discover now