𝑉𝑒𝑖𝑛𝑡𝑖𝑐𝑖𝑛𝑐𝑜.

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  Mahidevran se alejó de Malkoçoğlu lentamente mientras pensaba bien en lo que harían, no podía negar que tenía miedo pero las ansias de ser libre, feliz y estar tranquila con su familia era mucho más fuerte que cualquier temor

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  Mahidevran se alejó de Malkoçoğlu lentamente mientras pensaba bien en lo que harían, no podía negar que tenía miedo pero las ansias de ser libre, feliz y estar tranquila con su familia era mucho más fuerte que cualquier temor. Miró a su primo en completo silencio y suspiró.

— Hace tiempo atrás me hablaste sobre tus aliados secretos, en medio de esa charla mencionaste que ellos estaban insatisfechos con el reinado de Süleyman... Desde que lo hablamos no pude evitar pensar en que podríamos hacer y creo que tengo el plan perfecto y para eso necesito a todos esos hombres pero sobre todo te necesito a ti.

Él sonrió tomando sus manos apretándolas cariñosamente: Sabes perfectamente que tienes todo mi apoyo, eres mi familia y sé mejor que nadie que mereces ser feliz con ellos, el Sultán solo es un estorbo para muchos ahora a mismo, que Mustafá suba al trono no solo te beneficiaría a ti sino que también mi- miró nervioso a los lados- me enamoré de una de las favoritas del Sultán y deseo poder casarme con ella, así que estaré a tu lado en esta misión.

Ella no pudo evitar soltar una pequeña risita, sabía lo enamoradizo que era su primo pero no dijo nada mostrándole total confidencialidad, le contó sobre su plan para derrocar a Süleyman y aunque al principio los dos notaron que faltaban varios puntos para que todo fuera perfecto Malkoçoğlu solo le preguntó si realmente confiaba en él y ella mirándolo a los ojos le dijo que sí, entonces el plan estuvo completado y él salió de sus aposentos dejándola completamente sola.

Mahidevran no sabía exactamente cuánto tiempo pasó sentada en esa cama mordiendo sus uñas por el nerviosismo y se preguntó si era una buena idea acabar con el mismísimo Sultán pero el rostro golpeado de Hürrem, su cuerpo lleno de moretones, sus llantos y súplicas, todas esas veces que la vio tallar su cuerpo con fuerza en los baños buscando limpiar no solo su cuerpo sino que también su alma y dignidad la hicieron darse cuenta que no había otra salida que matarlo, que acabar con esa maleza de raíz y para eso tendría que cortarla con sus propias manos.

Cuando Bali Bey volvió de lo que a Mahidevran le pareció la salida más larga de la historia afirmándole que todo estaba listo ella se puso de pie y lo miró a los ojos.

— Necesito que vayas donde ella, que la protejas y no permitas que venga donde mí... Sé que intentará buscarme, querrá ir a donde estoy para intentar salvarme pero no se lo permitas porque si algo me llega a pasar solo ella podrá cuidar correctamente a nuestros hijos- sus pasos eran lentos, como si temiera salir de esos aposentos-. Prométeme que pondrás la protección de ellos sobre todas las cosas, hasta sobre mi...

— Mahidevran no...

Promételo por favor, solo en ti puedo confiar la vida y seguridad de mis mayores tesoros- lo vio asentir lentamente para luego susurrar un “sí” que logró calmarla un poco más, asintió con la cabeza sonriendo levemente y salió de ese lugar para caminar por los largos pasillos de ese palacio que pronto estaría bañado en sangre.

Cuando llegó una vez más a sus aposentos buscó entre sus cosas una hermosa daga que una noche encontró en la habitación de Hürrem, luego se enteró que el mismo Süleyman la había creado como un regalo para su favorita, ella nunca supo para que Hürrem querría una daga pero lo que sí sabía es que acabaría con ese bastardo con la misma herramienta que él creó.

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Hürrem seguía aferrada al cuerpo de Mahidevran mientras sollozaba contra su pecho, Süleyman estaba muerto, el Sultán del mundo acababa de caer del trono y todo gracias a ellas dos, lo habían matado a sangre fría y aunque era lo que se merecía no lograba detener su llanto, tenía tanto miedo.

Mahidevran por su parte la entendía a la perfección porque ella misma estaba temblando entre los brazos de su amada, era un sentimiento tan extraño porque estaba feliz pero al mismo tiempo el terror de poder perjudicar a alguno de sus seres queridos por sus acciones la hacían querer llorar de dolor e impotencia, hasta estando muerto ese maldito buscaba arruinar su paz.

— Todo estará bien -  susurró sobre el oído de Hürrem sabiendo que esa afirmación era tan poco fiable como lo eran las antiguas promesas de Süleyman.

— Sabes que eso no es verdad, no sabemos que nos espera...

— Sé lo que te digo cariño mío confía en mí- sonrió tomando sus manos y las besó-. Ahora mismo las personas que supuestamente atacaron al Sultán acaban de perder la cabeza y las nuestras estarán a salvo.

No tardaron en salir de ese lugar dejando el cadáver de Süleyman descansando en su cama, en una habitación a oscuras y fría, era sin dudas una muerte muy frívola pero cualquiera que supiera todo el daño que él había causado estaría de acuerdo en que ese final fue hasta misericordioso.

Fueron a los baños y como lo supuso la ropa de cambio ya estaba lista al igual que todo lo demás, habían unas chicas temblando de miedo en las puertas, cuando vieron a sus sultanas llegar pudieron respirar en paz y se fueron para darles un poco de privacidad, también porque sabían que debían ayudar a limpiar absolutamente todo... Toda esa sangre.

Entraron a los baños en completo silencio porque ninguna de las dos sabía exactamente que hacer o decir, se sentaron en sus lugares, Hürrem fue la primera en tomar un jarrón con agua vaciando su contenido sobre su cuerpo desnudo y manchado de sangre, cuando el agua se volvió carmesí entonces comprendió exactamente lo que había hecho y empezó a reírse.

Su risa era tan fuerte que Mahidevran la miró por varios segundos preguntándole si estaba bien pero cuando vio las lágrimas de Hürrem solo se acercó y la abrazó. Se miraron a los ojos y sonrieron, sus sonrisas de pronto se volvieron más amplias. Eran libres, habían acabado con la vida de la persona que más daño les hizo, mataron una rata con sus propias manos y ahora podían sentirse libres de poder ser felices. Mahidevran no pudo evitar querer besarla y lo hizo, la besó con tanta pasión que se pronto se vieron las dos recostadas sobre aquellos banquillos de mármol mientras hacían el amor, y podía parecer sumamente psicópata de su parte entregarse una a la otra aún teniendo algunos rastros de sangre de la persona que acaban de quitarle la vida pero qué importaba... Ellas estaban extasiadas.

Cuando volvieron en sí se miraron a los ojos mientras acariciaban sus rostros con la respiración agitada por los recientes orgasmos y la euforia de lo que acaban de hacer, eran cómplices de un crimen y estaban felices con ello.

Porque ahora eran completamente libres.

Porque ahora eran completamente libres

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𝐓𝐚𝐤𝐞 𝐦𝐞 𝐭𝐨 𝐜𝐡𝐮𝐫𝐜𝐡. [𝐇𝐮̈𝐫𝐫𝐞𝐦 𝐱 𝐌𝐚𝐡𝐢𝐝𝐞𝐯𝐫𝐚𝐧]Where stories live. Discover now