El Inicio

1.2K 93 10
                                    

Corea del Sur - Seongsan Ilchulbong, Jeju
16 de enero de 1996

Hay cosas a las que con solo echarles un vistazo uno percibe que no son nada ordinarias. Hay lugares marcados por una extraña energía a la que los humanos no sabemos ponerle nombre, por mucho que sintamos en nuestro fuero interno que algo especial sucede ahí. Nos encanta observar y gozar de esos espacios sin pagar entrada ni pedir permiso, porque consideramos que no están regidos ni por estatutos comunitarios ni son propiedad de nadie en especial. Están ahí para ser contemplados y dar paz, vengan del mundo que vengan. Son Patrimonio de la Humanidad.

Eso sucede con Seongsan Ilchulbong. una formación rocosa que se yergue majestuosa como guardiana de los habitantes y que fue parte de Jeju en la antigüedad; pero un día, por alguna extraña razón, decidió independizarse y elevarse como una majestuosa montaña que protege y ama a los habitantes de Jeju desde la distancia. Guardándolos, protegiéndolos y amándolos, pero fuera de ellos y de su núcleo.

La atrevida fechoría de Seongsan Ilchulbong fue el acto de independencia más pacífico y natural de la historia, en el que ni los intereses ni los prejuicios humanos podían delimitar si uno podía liberarse o no. Y es que… ¿quién se puede oponer a las fuerzas de la Naturaleza?

Las Antiguas, conocidas como mujeres de Jeoshim y Jejudo, brujas sabias y ancestrales que poblaron la isla desde tiempos fenicios, contaban que Seongsan Ilchulbong necesitaba de su aislamiento para mantenerse puro y acumular energía, siendo un importante punto de equilibrio telúrico y magnético para la Tierra. Aquella majestuosa montaña, fuente de leyendas y magia, emergía de las profundidades de la isla, haciendo de vigía y protectora para bañarlas con su poder.

Ofreciéndose para ellos siempre que lo necesitaran y siempre que la respetaran...

Y allí estaba Kim Minyeon, descendiente de las mujeres de Jejudo. A sus treinta y cinco años, tenía unos dolores de parto tan fuertes que parecía que la estaban matando. Cada contracción le arrancaba un año de vida, y suponía que, una vez diera a luz, su larguísimo pelo negro estaría entrecano y las comisuras de sus ojos oliva lucirían arrugas marchitas; lamentablemente, ninguna de ellas sería causada por sonreír.

Los médicos le habían recomendado que no tuviera esos bebés. Su embarazo había sido declarado de alto riesgo y por eso decidió no continuar visitando a su equipo médico, pues ya no confiaban en el éxito del alumbramiento. Minyeong no quería dar marcha atrás; sus ginecólogos decían que lo mejor para preservar su salud era abortar, y aquella propuesta había generado un serio conflicto entre ellos, más aún, sabiendo que su madre, Hae-Sook, había sido una doctora muy respetada en las islas.

No obstante, los médicos no creían en aquello que las Kim, temidas por algunos, tenían conocimientos tan antiguos como la mismísima vida de sus maravillosas islas, conocimientos que atesoraban con celo y que habían sido transmitidos de generación en generación desde la antigüedad.

Seongsan Ilchulbong era mágico y tan real como que el sol salía cada mañana y la luna se alzaba por las noches, tan mágico como había sido su caso de embarazo...

Minyeong había sido declarada rematadamente estéril. Con solo un ovario, «un tanto poliquístico» como decía ella, se había quedado embarazada en contra de los diagnósticos aplastantes de sus médicos. Y no solo de un bebé. Ni de dos. Tres. Tres eran las bebés que esperaban nacer de su vientre abultado, estriado y varicoso. Una cuna de carne que las había resguardado el tiempo necesario como para que se formaran, pero no el suficiente y recomendado para que las pequeñas, que no serían trillizas idénticas, pudieran sobrevivir a la vida fuera de su protector interior.

Minyeong acarició la parte baja de su barriga y tomó aire por la nariz para sacarlo
por la boca. Aquello debía salir bien. El linaje de las Kim no podía acabar solo con ella; ellas eran las guardianas de Jeju y su línea de sangre debía persistir.

 BRUJAS DE SAL | PARTE 1 | JENLISA Where stories live. Discover now