Epilogo

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La vida es un juego abarrotado de sinsentidos. En el día a día reside una magia que no vemos y que conecta a todos con todos. A ese hecho lo llaman sincronicidad.
O la magia de los físicos cuánticos, como quieran bautizarla.

Lalisa ahora entendía que el que Jennie sanara a su hermana Chiquita el mismo día del eclipse no fue una casualidad. Tampoco era casualidad que Bambam fuera por su hermanita para ver su milagro y regresara a la playa en moto para acceder de nuevo a un sitio mejor del que había accedido para tomar su reportaje; ni que después de caer en la coincidencia de Gwyneth y Jennie, Bambam recordara el mensaje de su madre y encendiera el foco de su moto para iluminar la estampa del eclipse, las velas y las orquídeas.

Porque ese gesto, esa necesidad de seguir su instinto y probar suerte, hizo que el foco de la moto iluminara la cima exacta en la que se hallaba Jennie. Eso no libró a la morena de su primera puñalada, pero sí la salvó de la muerte, ya que Lisa, obedeciendo las últimas palabras de su madre, saltó al vacío, arriesgando su vida por ella para salvarla.

Porque no quería volverle a cerrar la puerta al amor.

Porque amaba a Jennie.

Por eso, dos días después del hechizo de La playa, de que Jiyong Kwon estuviera en la UCI esperando a ser encarcelado, y de que Jennie fuera recogida por las Kim y llevada a su casa para que se recuperarse de una herida mortal, Lisa visitaba por sexta vez en dos días Sananda, esperando ver asomarse a Jennie en su balcón. Viva, sana y salva.

En primer lugar, había discutido con Minyeong porque no entendía por qué no la llevaban al hospital. Minyeong le dijo en pocas palabras que era una estúpida que no había entendido nada si no sabía que Jennie era tan especial como para no ser ingresada en un centro en el que estarían investigándola todos los días, como a un conejillo de indias.

Y era una estúpida. Pero también tenía miedo. Y porque la madre de las Kim comprendía que estaba asustada, la dejaba entrar a Sananda, pero no permitía que la viese hasta que la misma morena lo autorizara.

Jennie se miró en el espejo. Hacía día y medio que estaba completamente sana. Y sabía de las visitas de Lisa, pero tenía miedo de las palabras que le pudiera decir.

La tailandesa era una mujer buena, pero una vez fue herida por las maldades de su ex, Sana, y aunque su herida no había sido mortal, la había dejado demasiado herida e incapaz de confiar. Es más, ella tenía bastante clara la razón por la que la había tratado tan cruelmente y era misma razón por la que se había tomado tiempo para analizar las cosas y ponerlas en perspectiva.

Que Lisa estuviera ahí no significaba que estaba dispuesta a confiar ciegamente en ella y mucho menos que la amara. De hecho habían opciones totalmente opuestas y que a su parecer, eran más factibles como: que estaba ahí por culpa, debido a que había comprobado por si misma que ella no era ninguna estafadora o... Que su hermanita le hubiera contado sobre su "encuentro" y estuviera simplemente agradecida.

Y si lo pensaba bien, esas también podían ser grandes razones por las cuales la había salvado. En cualquier caso era mejor terminar con todo de una vez por todas o de lo contrario se volvería loca de tanto pensar en posibilidades. Cada una más absurda y dolorosa que la anterior.

Por eso, ese día, decidió esperar una nueva visita de Lisa para enfrentarla de frente y escuchar lo que fuera que tuviera que decirle. Y estar lista para lo peor.

Minyeong le puso las manos en el hombro y la abrazó por la espalda, peinando su melena negra con sus dedos.

—Mi preciosa sanadora —murmuró dándole mimos—. ¿Cómo te encuentras hoy? ¿Estás completamente bien?

 BRUJAS DE SAL | PARTE 1 | JENLISA Where stories live. Discover now