Capítulo Final

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Para llegar a la playa central, donde estarían las Kim, se debía seguir el camino que iba desde el centro, justo en el momento en el que el pico de es Seongsan Ilchulbong asomaba, se debía girar a la izquierda, siguiendo el cartel de desvío hacia la reserva natural y luego tomar una barca que los llevara hasta la orilla de la roca mágica.

Ese era el camino que seguían con ilusionada procesión los cientos de asistentes a la noche mágica de las Kim. Tal vez no las llegaran a conocer; porque nadie certificaba que ellas estarían allí físicamente. Pero las premisas en su web eran claras; y todos aquellos que creían en ellas y en la magia estaban dispuestos a seguirlas a ciegas.

A las doce de la noche, justo cuando el eclipse oscureciera parte de la Tierra, todos debían dejar sobre el mar sus orquídeas y sus velas, con una palabra escrita en sánscrito. Esa palabra era un vocablo muy antiguo que solo las personas ancestrales como las del linaje de esas mujeres transmitían de generación en generación. La palabra era Sananda, un mantra que significa sanación pura.

La playa que habían elegido era su lugar apartado del tiempo. Los rectos tallos de sus piedras, originados por el hombre siglos atrás para crear la primera ciudad, dibujaban inusuales formas, muchas de ellas alisadas y mejoradas por la erosión del mar. Recordaba a una ciudad de piedra, única y mágica. La profundidad de las rocas dispares había creado piscinas naturales, huecos que solo los más atrevidos podrían disfrutar lanzándose desde las alturas, así como charcas más tranquilas de agua salada, que muchos utilizaban para recibir el sol.

El mar estaba calmado, tal vez porque la Luna, que influenciaba en su agitación, sabía que alguien la cubriría por completo y su energía se vería opacada por el Sol.

Toda la gente llevaba escobas de paja y los demás objetos que habían pedido para la ocasión. Estaban dispuestos a ayudar con alegría, creyendo al cien por ciento en lo que se iba a hacer. Además, aprovechando la mística reunión, se había improvisado preparado una gran fiesta.

Pusieron música tradicional de estilo chill out, melodías que se podían bailar y canciones que solo debían ser escuchadas y disfrutadas. Además, se hizo presente en apoyo un equipo de tatuadores que marcaban a la gente con lo que querían y aunque la mayoría elegía la palabra Sananda en recuerdo a lo que iban a hacer esa noche y como palabra protectora y sanadora en su piel, otros optaban por otros diseños tribales que iban más con su estado de animo.

Una de esas era Lisa. Que mientras se debatía internamente con rabia hacia si misma por su idiotez, había decidido tatuarse para por lo menos desviar el dolor hacia otro lugar que no fuera su corazón.

El buen humor y la armonía reinaban entre el espíritu de esas personas, pero ella no sentía sosiego. Sabía que había ido ahí por Jennie, para verla aunque sea de lejos, pero a ese punto estaba aterrada. ¿Qué se supone que le diría cuando la viera? ¿Siquiera podría hacerlo? Su madre le había dicho que estarían ahí, pero con tanta gente reunida sería casi imposible que siquiera la notara. Ahí no cabía ni un alfiler más.

El joven tatuador trataba de hacerle conversación, pero ella apenas le prestaba atención sumida en sus pensamientos. Se llamaba Jang Hyuk y parecía alguien realmente divertido y liberal. Le estaba mostrando algunos modelos para la nueva adquisición en su piel, todas parecían bastante simples y otras muy rudas. Ninguna le gustó realmente, pero cuando el chico se ofreció a dibujarle algo personalizado y se lo mostró, se quedó sin palabras y solo pudo asentir.

Mientras preparaban la maquina, Lisa recorrió con la mirada todo el lugar. Pensó que allí se encontraban todos los habitantes de la isla, volcados para ayudar a las suyas, volcados por luchar por lo suyo. Las islas eran de ellos, las compartían con todos los que las visitaran con amor, respeto y cariño, pero, sobre todo, eran de ellos. Y no les gustaba en absoluto lo que había sucedido con su consejo y mucho menos, lo que estaban sufriendo la posidonia y las salinas.

 BRUJAS DE SAL | PARTE 1 | JENLISA Where stories live. Discover now