Capítulo 17

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—¿Me está hablando en serio?

Lalisa se había reunido con la presidenta Cha y el Consejo completo en el ayuntamiento de Jeju, para la firma oficial de su proyecto.

La presidenta la miró a los ojos y asintió con convicción.

Los blogs y la prensa local ya habían corrido la voz sobre el despertar de su hijo y no dudaban en señalar que había sido un
milagro. Sin embargo la señora Cha sabía que no se trataba de nada divino, a no ser que Dios o uno de sus ángeles adoptaran la belleza hechizante de Jennie Kim. Así que debía cumplír su promesa.

Jamás nadie se enteraría lo que ella y su familia hicieron, aunque estuviera en deuda con ellas por él resto de su vida.

—Sí, señorita Manobal. Después de meditarlo mucho, creo que lo mejor es que Seongsan Ilchulbong siga virgen de edificaciones. Es un lugar muy especial de nuestras islas, un cónclave muy apreciado por nuestra gente…

—Ustedes me dijeron que estaba todo hecho —señaló con gesto severo—. ¿Qué ha cambiado en dos días?

«Mi hijo ha vuelto de entre los muertos. Eso ha cambiado», pensó la mujer. Pero como no podía revelar lo sucedido, puso cara de comprensión hacia el malestar de la tailandesa.

Todos los representantes de los departamentos del Consejo miraban a la presidenta, algunos de acuerdo, y otros con sorpresa y claramente contrariados. La votación, gracias al cambio de su voto, se había solventado con un seis contra cinco, esta vez, en contra. La presidenta había dado un vuelco brutal a toda la negociación, y su decisión había acabado por decantar la balanza.

—Como presidenta de este consejo, debo adoptar la mejor decisión posible para las Pitiusas. Creo, y espero no equivocarme, que aunque rechazar su innovador proyecto lamentablemente no generará la bolsa de trabajo que deseábamos, es un bien para nuestras islas mantener los lugares insignia y característicos libres de posibles modificaciones estructurales.

Lisa no salía de su estupefacción.

—Supongo que no puedo obligarlos a firmar —reconoció con amargura, pasándose la mano por la coleta que daba un aspecto muy atractivo a su traje—. Aunque no lo comprendo. Fueron ustedes los que eligieron mi proyecto. Fue de ustedes la idea de construir algo nuevo y revolucionario en en el islote. Y ahora, ¿me dicen que no?

La presidenta sonrió con empatía.

—Es una excelente arquitecta —admitió ella—. La mejor en construcciones ecológicas y paisajistas. Su proyecto era sencillamente admirable. De cuento de hadas —señaló encogiéndose de hombros—. No hay nada que objetar contra eso. Pero… Estoy convencida de que podrá emprender sus diseños en cualquier otra parte. Pero no aquí. No en Seongsan Ilchulbong. Es nuestra decisión, por mayoría, mantener la roca limpia.

Lalisa parpadeó afligida y miró sin ver los papeles que certificaban que no habría firma. El proyecto de su padre debería esperar. Su sueño visionario no se llevaría a cabo por la inquebrantable decisión de una mujer con aspecto de agotada que en el último segundo había cambiado de parecer.

Deberían existir multas contra eso.

Cómo le molestaba que la gente tuviera tan poca palabra. Ella era íntegra y seria con su trabajo. Deberían ser recíprocos.

—De acuerdo. —Lalisa se levantó de la silla de piel acolchada y se quedó de pie ante la mesa redonda de los once miembros del consejo—. Señores, ha sido un placer —dijo educadamente—. Gracias por su atención y por haber confiado en mí para su proyecto. Aunque, finalmente no se vaya a realizar, ha sido un honor que contaran conmigo.

 BRUJAS DE SAL | PARTE 1 | JENLISA Where stories live. Discover now