Capítulo 2

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La sensación de regresar a casa después de casi seis años de ausencia se le hacia extraña. De hecho, no sabía muy bien cómo sentirse al respecto.

Por una parte, vería a Jisoo, su queridísima hermana, tan especial, bonita y pura como una flor de loto. Tenía tantas ganas de abrazarla que hasta le escocían los dedos.

No podría ver a Taeri, su hermana mayor, porque seguramente seguiría en Inglaterra, estudiando los enigmas del universo. Pero esperaría su visita durante el verano. Tendrían tantas cosas que explicarse que necesitarían al menos una semana para ponerse al día.

Después se encontraría a su abuela, su preciosa señora Haesook, un muro sólido que conformaba su vida como una constante, como un cerco irrompible a su alrededor.

Ella fue su fuerte cuando todo se vino abajo; su abuela se convirtió en la varita mágica que calmaba las aguas que pugnaban por salir desaforadas de su interior para arrasar con todo. Y por último, su madre. Su compasiva, comprensiva y sabia madre.

Jennie reconocía que había sido muy injusta con ella, pero todavía sentía cierto resentimiento hacia su comportamiento. No estaba de acuerdo sobre cómo lo llevó todo con su padre. Se suponía que ellas eran un equipo pero, al final, Minyeong decidió por todas, como una líder individualista que no supo delegar.

No estuvo bien.

Recordar lo sucedido no le beneficiaba, y sabía que aquellos pensamientos no eran buenos ni productivos y debería eliminarlos de su mente. Pero, a veces, le era imposible.

Se le acumulaba un nudo de pena en el estómago, y su garganta se atoraba. Como en ese momento, cuando al contemplar , los recuerdos de días de submarinismo y contemplaciones de estrellas junto a su padre la azotaron hasta casi escocerle.

Ella meditó: era un poco como esa roca magnética, despegada e independiente. O al menos lo había sido esos últimos seis años.

¡Y cómo las había necesitado! Como el aire para respirar.

Su padre había asegurado un fondo económico para pagar los estudios de sus tres hijas. Así que, después de que él se fuera, las tres necesitaron urgentemente un cambio de aires. La casa se les caía encima y los recuerdos hacían mella en sus caracteres. Vivir cada día se convertía en una auténtica hazaña llena de sacrificios.

Luchaban por sonreír, luchaban por no llorar, por no recriminarse; luchaban por no hacer ruido mientras lloraban y por forzar palabras que a nadie le apetecía cruzar.

Su padre había dejado una huella eterna en sus almas; lo habían querido con locura, y ver que las había abandonado las dejó en shock, sumidas en un letargo de autoflagelación e incomprensión. Por eso, en cuanto tuvieron la oportunidad, echaron mano del fondo que les había dejado y todas pagaron sus estudios con antelación, para obligarse a moverse, a salir de ahí, a llenar de oxígeno fresco sus pulmones y renovar la sangre mala de sus corazones.

Necesitaban ocupar sus mentes con cosas que no fueran recuerdos de lo que una vez fueron todos juntos, porque la pérdida y la aplastante realidad de saber que no volverían a gozar de aquello las destrozaba.

Taeri había decidido ingresar en una licenciatura en Física en Inglaterra. Jisoo decidió cursar Música en Nueva York. Y ella optó por estudiar Biología celular y Física también en Estados Unidos.

Cursó dos carreras a la vez. Apenas había tenido tiempo para hacer vida social, solo lo suficiente para algún que otro desahogo con los compañeros de la facultad y ligeros encontronazos en alguna fiesta loca con su amiga Hyunji.

Cinco largos años después, y uno más para realizar su tesis, Jennie estaba licenciada en las dos carreras que había elegido, además, había gozado de la incalculable compañía y asesoramiento del profesor Lipton, experto en Biología cuántica, y una fuente valiosísima de información y práctica para ella.

 BRUJAS DE SAL | PARTE 1 | JENLISA Where stories live. Discover now