Capítulo 20

574 60 8
                                    

Lalisa descansaba sobre su pareo, en la playa. Observaba el cielo claro y despejado del atardecer, la mejor hora para tomar el sol. Disfrutaba siguiendo alguna nubecita vaporosa que cambiaba de forma en su recorrido celeste hasta después desaparecer.

Así se había esfumado su sueño de crear Shamballa. En un visto y no visto, como si jamás hubiera estado a punto de firmar el contrato. Le daba pena pensar que los sueños se diluían con tanta rapidez. Y así era. Sin embargo, Jennie le había dado algo en lo que pensar. Era recordarla a ella y le salía una sonrisita estúpida en la boca.

Era tan diferente a todas las mujeres que había conocido. No obstante, aún no le había llamado. Ni siquiera le había mandado un mensaje.

«Alto ahí, loca. Controla tus nervios», se dijo a sí misma.

Tal vez, habría otros lugares en los que Shamballa tuviera cabida. Era un proyecto
espectacular que no rompía la naturaleza ni el medio ambiente, y estaba convencido de que otros lo querrían. Ella se había obcecado con Seongsan Ilchulbong porque era la fijación de su padre pero, en realidad, cónclaves mejores que aquel existirían, más
propicios para ese tipo de construcción. Aunque era una pena, porque si había una isla en la que Shamballa tendría cabida
era, sin duda, Jeju.

Alzó la vista hacia los apartamentos y hoteles que habían construido en los
acantilados. No todos se habían hecho con la idea de respetar la armonía pero, seguramente, eran espectaculares por dentro.

En esa playa, apartados de las hamacas blancas y de tela azul que compraban los turistas, los Manobal disfrutaban de un día soleado y tranquilo, lejos del bullicio.

Las aguas limpias y poco profundas eran ideales para que Bambam y Chiquita se
ahogaran el uno al otro. En esa playa, en la que se practicaba el buceo y multitud de
deportes acuáticos, la más pequeña podía hacer bodysurf y esnórquel y flotar sobre el mar para observar lo que acontecía en su interior. Eso sí: Bambam buceaba por debajo de ella y la tiraba al agua.

Entre risas, insultos y gorjeos acuosos, Lisa se entretenía viendo a sus hermanos disfrutar.

—¡Eh, sirenita! —le gritó Bambam apoyado en la tabla de Lucas—. Ven a darte un capuzón. El agua está buenísima.

Lisa sonrió, se quitó las gafas de sol y se levantó dispuesta a jugar con sus hermanos, pero una llamada la detuvo a medio camino.
Odiaba dejar llamadas pendientes, así que retrocedió y cogió su iPhone para atenderla.
Era un número oculto.

—¿Sí?

La línea estaba en completo silencio. Después de unos segundos, insistió.

—¿Hola?

—Sé por qué el Consejo detuvo tu proyecto.

Lisa frunció el ceño y enmudeció.

—¿Me oyes? Sé por qué lo han hecho.

—¿Cómo dice? ¿Quién es?

—Eso no importa. Solo te diré que sé quién está detrás de esto; y pronto recibirás pruebas que te lo demuestren todo. Tienen que salir a la luz.

La línea se cortó con rapidez. Lisa, entre la incredulidad y la estupefacción, miró la pantalla del teléfono, vacía.

En ese momento, llegó Bambam, con su hermanita cargada en un hombro y la tabla de bodysurf en el otro.

—¿En serio te quedaras ahí esperando su llamada? ¿Quien eres y qué hiciste con mi hermana —la increpó—. Y tú, princesita, a dormir.— Lanzó a chiquita sobre el pareo negro, y esta le tiró arena al cuerpo.

 BRUJAS DE SAL | PARTE 1 | JENLISA Where stories live. Discover now