diez

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Kavan, 2022

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Kavan, 2022

Aún seguía sin creerme que solo quedasen dos días de grabación.

El tiempo había transcurrido tan rápido que aún seguía estancado en la noche que llegamos y nos explicaron a Xia y a mí lo que se esperaba de nosotros. Daba igual que hubiesen pasado muchísimas cosas desde entonces y que estuviera mucho más cómodo que cuando vinimos a Luxemburgo; una parte de mí quería volver a esa madrugada y repetirlo todo desde el principio.

Aproveché que nos habían dado cierta libertad, ya que no había ningún rodaje planeado ni ningún tour, para pasarme toda la mañana en el gimnasio y entrenarme hasta la extenuación para el partido que tenía el sábado. Me importaba bien poco que estuviésemos a miércoles; las grabaciones me habían obligado a reducir las horas de ejercicio, así que era el momento perfecto para recuperarlas.

Perdí la cuenta de todos los kilómetros que corrí en la cinta y de todas las máquinas que utilicé para trabajar los brazos, lo cual me hizo sonreír para mí mismo. No había nada que me despejase la mente más que sudar la gota gorda y sentir los calambres típicos que me recorrían los músculos cuando acababa una serie y empezaba otra; era reconfortante y energizante.

Una vez llegué a los vestuarios, vacíos porque no eran siquiera las ocho de la mañana, me quité la ropa y me miré en el amplio espejo que había, silbando ante la imagen que me devolvió. Los abdominales tan marcados que parecían bloques de mármol cincelados en mi piel; los brazos flexionados y brillantes por la leve pátina de sudor; los tatuajes que me salpicaban el torso y la espalda...

Joder, estaba buenísimo.

Por eso mismo, en un impulso que no me molesté en controlar, me coloqué la toalla bastante más abajo de la cintura y me hice una foto que le mandé de inmediato a Xia, con un mensaje que decía que le llevaría el desayuno después de darme una ducha. Me abstuve de comentar que, si quería, podía comerme a mí en lugar del trozo de tarta que pediría; no había tanta confianza y dudaba que fuese a hacerle gracia. Conociéndola, revertiría la conversación para hacerme quedar mal.

Cuando salí del baño, con el pelo empapado y las gotas de agua cayéndome sobre los hombros del jersey fino y ajustado que me había puesto, vi que me había respondido con otra instantánea, de esas que solo se podían visualizar una sola vez. Hice una mueca; salía guapísima, con el cabello algo despeinado, labios ligeramente hinchados y ojos somnolientos, indicativo más que claro de que acababa de despertarse.

A la próxima, métete la foto por el culo

Amagando una risa por su contestación, pulsé en el icono de videollamada para molestarla con la musiquita y esperé a que denegase la petición. Para mi sorpresa —sobre todo teniendo en cuenta que odiaba hablar por cualquier cosa que no fuese mensajes—, descolgó.

¿Qué pasa? ¿Tan desesperado estás por verme que no eres capaz de esperar a traerme el desayuno? —se burló antes de pasarse una mano por el cabello y colocarse un mechón detrás de la oreja. Tuve la necesidad de atravesar la pantalla y hacerlo yo, de sentir la suavidad de su pelo bajo la yema de los dedos—. ¿Hola? ¿Te ha comido la lengua el gato?

Tréboles para KavanWhere stories live. Discover now