treinta y uno

1K 87 190
                                    

Xia, 2022

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Xia, 2022

Ver a Kavan tan alterado por un partido amistoso era algo que jamás habría previsto.

Desde que se había levantado a primera hora de la mañana, y tras decidir que era buena idea despertarme a mí -aun sabiendo con antelación que eso no causaría otra cosa que llevarse miradas iracundas e insultos en chino de mi parte-, no había dejado de pasearse por la habitación.

Daba igual la de veces que le hubiera repetido que no era un encuentro importante y que no pasaba nada si su equipo perdía porque no había nada en juego; no le entraba en la cabeza, como si todas las palabras que le había soltado le hubiesen entrado por un oído y salido por el otro.

Podía llegar a entender su nerviosismo exagerado y el motivo por el que era incapaz de calmarse. Hacía un par de días me había confesado que, para él, era importante demostrarle a los fanáticos y a la federación de fútbol que habían cometido un error al no convocarle para la selección francesa y poder participar en el mundial, algo que había sido su sueño desde que dejó el baloncesto y se metió en aquel deporte.

Aun así, también me había confesado que, en cierto modo, agradecía ese parón de partidos importantes y poder dedicarle tiempo a otros aspectos de su vida -quedar con sus amigos, volver de tanto en tanto a Saint Julien, ver más a menudo a su familia- sin tener que sacrificar tiempo de entrenamiento. Según sus palabras textuales, también era la oportunidad perfecta para estar conmigo y disfrutar de mi compañía sin preocuparse por lo que haría al día siguiente, las entrevistas que tenía programas y los eventos a los que le invitaban por su reputación.

-¿Puedes sentarte y tranquilizarte de una vez? -le pedí con delicadeza al ver que volvía a dar una vuelta por el cuarto, pasándose la mano por la cabeza. Como se había rapado el cabello tras volver de la escapada rápida que habíamos hecho a su pueblo, no podía destrozarse los rizos con los dedos-. Me estás poniendo de los nervios.

A pesar de que ya había memorizado a la perfección cada uno de sus músculos, cicatrices y tatuajes, aún se me hacía la boca agua cuando le veía de esa manera; sin camiseta y con el cuerpo tenso por el estrés que debía corroerle por dentro. Era hipnótico, desde la manera en la que el sol que entraba por los ventanales se reflejaba en su abdomen hasta la forma en la que la tinta parecía tener vida propia y arremolinarse en su piel oscura.

-¿Tú? ¿Poniéndote de los nervios? -repitió con sorna antes de soltar un resoplido y acercarse a mí. Aprovechó que estaba sentada en el borde de la cama y se colocó a mi derecha para tomarme de la mano. Jugueteó con la pulsera que nunca me quitaba antes de levantar la mirada-. Qué raro, piraña. Con la enorme paciencia que tienes.

En otro momento, no me habría mordido la lengua y le habría devuelto el ataque, pero era consciente de que no estaba de muy buen humor para comenzar una de nuestras batallas y que cualquier comentario más ácido de lo normal podría suponer que explotase. Por eso mismo, ladeé el cuerpo y estiré el brazo que tenía libre para pasarle los dedos por la mandíbula, tomándole de la barbilla.

Tréboles para KavanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora