treinta

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Kavan, 2022

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Kavan, 2022

No tuve muy claro quién estaba temblando más cuando llegamos a la agencia; si Xia, que se había echado a tiritar nada más bajar del coche y distinguir el imponente rascacielos o yo, que era incapaz de controlar la rabia que me embargaba el cuerpo de solo imaginarme todo lo que había sucedido allí dentro sin que nadie tuviera constancia de ello.

Aun así, y para no ponerla más nerviosa —había perdido ya la cuenta de todas las ocasiones en las que había tenido que tomarle de la muñeca para que dejase de clavarse las uñas en el brazo—, me obligué a componer una sonrisa tirante y dejarle claro que todo saldría bien. Que nunca más tendría que volver aponer un pie en esas instalaciones y que aquella sería la última vez que vería a Ophelia.

Pese a que todavía no era consciente de lo que simbolizaba presentarse en la empresa sin previo aviso, con una carta de renuncia en el bolso que le habíamos ayudado a elaborar Skylar, mi representante y yo, era un gran paso. Uno que simbolizaría un antes y un después no solo en su vida personal, sino también en todo lo profesional.

Una vez consiguiera que su mánager rescindiera el contrato, podría demostrarle al mundo lo que de verdad tenía por ofrecer y ser ella misma, no un producto que habían creado a su imagen y semejanza para agradar a un sector que distaba mucho de su objetivo.

A partir de entonces, nadie más que ella sería el dueño de su futuro.

—¿Estás preparada? —pregunté en cuanto nos subimos al ascensor y presionó el botón que nos llevaría a una de las plantas superiores, con dedos temblorosos. Al ver cómo escaneaba su figura en el espejo que teníamos enfrente y esbozaba una mueca, la tomé por los hombros y la giré hacia mí—. No me gusta que te mires de esa forma. Estás preciosa, Xia. Hazme caso.

Soltó con lentitud el aire que no sabía que estaba reteniendo y me observó fijamente con esos ojos que tanto que me gustaban y que, en esos momentos, estaban anegados de duda y miedo. Tampoco la culpaba; lo más probable es que, de encontrarme en su situación, hubiera arrasado con todo lo que tenía a mi alrededor, sin pensar en las consecuencias.

Aquella era otra de las cosas que nos diferenciaban, porque mientras ella solía comerse la cabeza en silencio y mantener conversaciones consigo misma en su cabeza, yo tendía a exteriorizarlo todo sin ningún tipo de tapujos. Sobre todo en estos últimos dos años, en los que había aprendido que tragarse toda la mierda no servía para más que empacharte y llenarte de mierda hasta sentirte desbordado.

—¿No crees que debería haberme puesto algo más bonito? —Se mordió el labio con tanta fuerza que el tono suave que se había aplicado en ellos se fue a la basura en cuestión de segundos—. Estoy segura de que hará algún comentario sobre mi aspecto. Siempre encuentra algo que usar en mi contra.

Aunque se notaba que no había dormido muy bien, porque ni siquiera el corrector era capaz de camuflar las ojeras marcadas que tenía debajo de los ojos o lo hinchados que los tenía por la falta de sueño, estaba espectacular. Y no, no lo decía porque me gustase tanto que me resultaba imposible ser imparcial, sino porque era la realidad.

Tréboles para KavanWhere stories live. Discover now