veintiuno

1.8K 125 152
                                    

Xia, 2022

Ups! Gambar ini tidak mengikuti Pedoman Konten kami. Untuk melanjutkan publikasi, hapuslah gambar ini atau unggah gambar lain.

Xia, 2022

Me pasé toda la semana encerrada en casa, gastando energía únicamente en maldecir a Kavan.

Como había previsto, ya que era consciente de que mi sistema inmunológico daba verdadera pena, cogí una gripe tan horrible que me obligó a quedarme tumbada en la cama, sin ganas de hacer absolutamente nada y forzándome a cancelar todo el horario que tenía planeado para no empeorar. No ayudaba tampoco el hecho de que noviembre había llegado arrastrando consigo temperaturas gélidas, tormentas constantes y vientos huracanados, de esos que te picoteaban la piel y hacían que te doliese.

Después de reprochárselo y reclamarle una y otra vez que aquello había sido culpa suya y de su grandiosa idea de acostarnos en la terraza, ignorando que estábamos a finales de octubre, me prometió que cuidaría de mí, aunque estuviese fuera de la ciudad. Y eso hizo.

Cada rato libre que conseguía —que no era mucho por tantos entrenamientos, partidos y entrevistas— lo empleaba en mandarme mensajes y llamarme para preguntarme qué tal me encontraba, si habían empeorado los síntomas, si necesitaba algo para mandar a su representante para facilitármelo... Y aunque me abrumaba, porque no estaba a costumbrada a tanta atención, y menos de alguien que no fuese parte de mi familia, me gustaba.

Me hacía sentir querida, como si le importase a alguien más que a mis mejores amigas, y en cierto modo me parecía adorable manera en que se volcaba tanto en mí, a pesar de tener una agenda tan apretada. De hecho, se preocupaba tanto por mi bienestar que en más de una ocasión, cuando se suponía que estaba cenando con sus compañeros, se había puesto en contacto conmigo para asegurarse de que me había bajado la fiebre.

Lo mejor de esos momentos era la manera en la que sus amigos le robaban el móvil para saludarme o para ponerle en evidencia, delatándole a gritos y diciendo a viva voz lo molesto que estaba por no poder verme en persona y tener que hacer todo eso por llamada. Era divertido ver cómo luego él se encargaba de negar cada palabra, diciendo que exageraban para putearle.

Y yo, por supuesto, no me lo creía.

Gracias a todas las videollamadas que habíamos hecho, que eran tantas que había perdido incluso la cuenta, había visto la frustración en sus ojos y la impotencia en los gestos que realizaba. Por eso mismo, no me había quejado en ningún momento —solo al principio— de lo mal que me encontraba y lo harta que estaba de no dejar de moquear; no quería que se fustigase a sí mismo y que por ello se desconcentrara y no rindiese bien en los partidos.

La distancia nos vino bien, en cierto modo, para afianzar nuestra amistad. Cada noche, cuando pulsaba el icono de la cámara para llamarme —y sorprendentemente yo cedía sin protestar, aunque prefiriese mil veces hablar por mensaje—, charlábamos hasta que daban las tantas de la madrugada o se quedaba dormido. Contra todo pronóstico, en especial teniendo en cuenta que venía de una mala época de insomnio, a mí tampoco me costaba mucho dormirme; conversar con él así, sin provocaciones de por medio ni discusiones estúpidas, me relajaba.

Tréboles para KavanTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang