C A P I T U L O 12

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Mis párpados exigen cerrarse de inmediato, sólo eso

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Mis párpados exigen cerrarse de inmediato, sólo eso. Los semejantes comienzan a tornarse pesados, poco a poco. Los minutos en la estructura circular del reloj, colgado en lo alto de la pared, está indispuesta a avanzar tan rápido como deseo. El movimiento de las agujas en el medidor del tiempo, se concentran en una determinada hora, la de salida. Se me hace eterno esperar. Mi respiración se consolida en un escaso suspiro, retomando la posición anterior al descansar la barbilla en la palma de mi mano.

El profesor dicta su clase, inicia a escribir en la pizarra conforme explica ciertos puntos de la segunda guerra mundial, mientras nos indica que es mejor transcribir todo en nuestras libretas; para que, nunca se nos olvide el tema. Él sigue hablando, no lo sigo escuchando. Inclino la cabeza hacia atrás en una inhalación profunda, ampliando la separación de mi mandíbula en un bostezo. Llevada por el momento, termino de cerrar los ojos cuando mi cuerpo, logra acomodarse en una mejor postura en el asiento, alcanzando la extrema relajación.

Una ojeada no es suficiente para él. Quiere más, necesita más. Siento su mirada plastificarse en mi piel, a tal modo de convertirse en una cicatriz permanente; y aun así, manteniendo mis ojos cerrados gracias al sueño, puedo certificar quien produce esos efectos en mi organismo. Abro mis párpados, desisto en esperar que la proyección de la luz del sol, que entra una vez más a través de la ventana, se equilibre ante mi dócil vista.

Le toma dedicación y mucho tiempo mirarme de tal manera, tan desafiante, casi impenetrable. Una sensación extraña recorre la espina dorsal de mi cuello. Mi cabeza se vuelca donde el individuo se encuentra posado en un asiento, a un lado de mi. Se ve pacifico, pero sin dejar su postura enfermiza. Sus ojos asemejan admiración, autoridad, y un poder absoluto de controlar todo lo que ocurre a su alrededor. La cualidad de su contemplación, tiene la capacidad de explorarme descaradamente de pies a cabeza hasta ociarse del vicio, sin abstenerse al obstáculo de estar sentada. Su percepción quema todo dentro de mí, percibiendo la veracidad de su ser.

—!Basta¡ —exclamo obstinada. El inigualable Gael, se arquea defensivo por el tono de mi voz. Vislumbra su mirar penetrante sobre mi rostro, detalla cada parte del mismo, inquiriendo el análisis de mi molestar ante lo acechador que ha estado siendo durante este tiempo.

—¿De qué estás hablando?

—Sabes de lo que hablo —No abandono mis ojos de los suyos. Azules contra verdes. Los dos combatimos por tener una breve insuficiencia en el otro; pero mi visor, se alista en cambiar de propósito cuando escucho su respiración virarse densa.

Me alejo de él.

El hábil castaño, comprendiendo fascinado la situación. Ve la condición de pasar su brazo por mi espalda, dispuesto a confortarla en el respaldar de mi asiento. Noto como logra acercarse un poco más a mí, su único objetivo. Su mano en una leve movida, golpea mi brazo en busca de llevarse consigo mi atención, y lo consigue. Por una significante razón, del cual no sé el motivo, este se sanciona en una cadena perpetua, al tener una vigorosa sonrisa en su semblante.

Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now