C A P I T U L O 21

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Ha pasado poco tiempo desde que abrieron el supermercado, tal vez una hora. Los empleados ni siquiera saben dónde está el sol y quizás, donde se esconde la luna. Muestran agotamiento puro en sus rostros; también, se hacen notar entre los demás por el poco rendimiento que ejecutan en sus movimientos cuando colocan artículos en las estanterías, o cuando alguien decide limpiar los desastres que hacen los consumidores por sus indecisiones a la hora de comprar. No me encuentro atareada por el hecho de no haber muchas personas en la zona, casi podría contarlos con los dedos de mis manos si tuviese por lo menos cuatro brazos empezando por eso.

Bostezo de sueño en la iniciación de un nuevo pasillo. El calibre de los colores figura dentro de los anaqueles por las cajas de cereales que se encuentran allí. Está completamente repleto de ello, inclusive veo que algunos contienen en sus ingredientes cebada dietética, y algún otro componente que no puedo entender. El cereal que más captó mi atención lo uno a las compras que he apilado desde el comienzo de mi recorrido. He seguido colocando mercancía en el carrito a medio camino de destinarme a pagar. Hay unas cuantas personas por delante, pero todas ellas, tienen pocas cosas. Soy la única exagerada, creo que la lista de compras que he hecho es tan grande que solo hace falta comprarme.

Alguien se coloca detrás de mí. Una fragancia de manzanilla se filtra en el aire en cuestión de segundos. Respiro hondo ante la frescura de ese aromatizante sin importar que el parloteo que generan las personas en la columna, sea un impedimento para mi relajación mental. Vislumbro una sombra varonil por encima de mi hombro en un movimiento ágil de cabeza. Al individuo lo veo observarme de una manera tan indecorosa incluso antes de yo echarle un vistazo. La insistencia de su mirada cuela a producirme inquietud en el lugar donde permanezco y del que no me he movido, a pesar de que la empleada ha atendido a varios clientes.

Mágicamente aparece gente demás, y mágicamente dos mujeres comienzan a discutir en la parte trasera de la fila. No se escucha tan alocado, aun así, la mayoría yacen prestándoles atención a las damiselas. Es la primera vez que vengo al supermercado a esta hora del día, y la mañana de un momento a otro, se volvió más interesante que cualquier otra tarde aburrida oyendo quejas de los compradores. Me hallo en el precipicio de la curiosidad, así que volteo decidida a saciar mi sed de persona entrometida con el espectáculo que todos ven... Todos, excepto él.

Está ahí, contemplándome de cerca por mi prejuiciosa imprudencia. Tan cerca que siento una sobredosis enérgica de sus ojos verdes que contienen un espiral de colores extras. Lleva una camiseta azul marino acompañado de un jean arremangado por encima de su calzado deportivo blanco, y su sonrisa que es del mismo tono, luce resplandeciente en la silueta de sus labios quienes se juntan a crear una vestimenta perfecta.

—Honey.

—Gael —Le sonrío devuelta con la respiración entrecortada gracias a las pulsaciones extravagantes de mi corazón. La incomodidad se ha ido por la barca para presentarse por ella el nerviosismo de tenerlo a una corta distancia que podría convertirse en nada a tan solo dos pasos—. Que coincidencia encontrarte aquí.

Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now