C A P I T U L O 1

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H O N E Y

Los colores del instituto varían conforme a los años, según entendí. Ahora, sus paredes exteriores yacen de un color verde, a excepción de unos paneles estructurados de piedras. Es diferente a lo que estuve imaginando. Su aura es un tanto llamativo por los arbusto acoplados de diferentes diseños, y unas cuantas flores que aíslan en unos árboles veraniegos; también, el revestimiento blanco del portón para el estacionamiento estudiantil, le da un toque natural a ese momentáneo mundo. Uno nuevo para mí.

Suena la campana.

Nadie se mueve.

Los innumerables estudiantes persisten en mi radar desde que he pisado el destinario mañanero. La matrícula se ha excedido esta temporada, contaron por allí algunos jóvenes. Me dio miedo, y por décima vez en el día de camino hasta acá, me recuerdo que el último año ha empezado. Solo espero no morir en el intento. Las conversaciones y las risas chocan unas con otras, no supe cual charla escuchar con atención, o a que grupo de personas mirar sin que me observaran peor que las miradas de los criminales antes de un asesinato.

—¡Cuidado!

Una voz rasposa sacia el término con un ligero tono de advertencia. Leo el lenguaje corporal a mis alrededores. Entre todas esas voces ligadas de balbuceos, esta no pasa por desapercibida. Ladeo la cabeza en la dirección que la mayoría observa, mis ojos se cierran casi al instante que veo un balón de básquet aproximarse por los aires hacia mí. Chillo apenas siento el roce de este despeinar la parte media de mi cabellera, siguiendo su trayecto por detrás de mi cuerpo.

El silencio impregna en el ambiente meticuloso de los que miran la escena perplejos. Me uno a ellos, puesto que no puedo creer lo que acaba de suceder. Tiempo después, escucho nuevamente el habla matutina de los colegiales como si no fuese ocurrido nada. El adyacente chico de cabello castaño, a quién le devuelven el balón de básquet en cuestión de segundos. Mueve sus pies algunos centímetros con la agilidad de sus piernas largas para hacerme frente con una sonrisa genuina en sus labios.

—Bryan, ya déjate de juegos —refunfuño indignada por el acontecimiento. Interpongo mis dedos en el cabello peinándolos a su debido sitio tras seguir la línea de en medio en mi cabeza—. Casi arruinas mi primer día.

—Hoy no será la excepción, cada año tu primer día es arruinado.

Sí, es cierto.

Los últimos cuatros años de secundaria no estuvieron a mi favor en ningún momento; al contrario, la mala suerte se apoderó de lo que podía ser un posible karma. El primer día de clases siempre lo conmemoré por hacer el ridículo a la vista de los alumnos unas cuantas horas luego de que saliera el sol. Eso, era completamente normal. Algo que Bryan siempre ha anhelado desde entonces. Hablar de este tema específico con alguien tan burlista como él, me hace dar cuenta de lo pequeña que me siento delante de sus movimientos astutos, sus palabras hirientes y sobre todo, menos consoladoras.

Orquídea Cattleya | Libro IWo Geschichten leben. Entdecke jetzt