C A P I T U L O 24

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Aproximándome a la salida del apartamento, realizo un recordatorio mental de los objetos que llevo dentro del bolso. Me tomo un breve segundo para visualizar que, en el área de la sala, cada cosa esté en su respectivo lugar, y lo acordado a la consulta con el especialista Steve, también.

Podría jurar que están tocando mi cabeza, pidiendo de una vez por todas que saque mi trasero a las calles de la ciudad; pero, me río de mi misma cuando comprendo que realmente, están tocando la puerta de la dulce corazonada en donde suelo esconderme del mundo exterior. Tras abrir la puerta, se me inundan las fosas nasales de una esencia a menta que podría avivar la expresión de mi rostro si no fuese porque la frustración de haber tardado en salir, está causando estragos en mi estómago; aparte de saber que el individuo decidió por si solo cambiar de perfume sin mi consentimiento.

«Si antes no iba tarde, ahora sí»

Una calidez instantánea atraviesa mi ser cuando pronuncio su nombre de una manera vivaz después de verlo, además de olerlo. Aprecio la sonrisa de lado que me proporciona una abundancia exuberante de cosquilleos detrás de mí cuello. Sus ojos brillan atentos a la observación superficial que le efectúo de pies a cabeza. Apenas volvemos a cruzar miradas, veo que él desarrolla el mismo movimiento que hice en una avidez que acalora los pómulos de mis mejillas. Supongo que a Gael no le molestaría estar un día entero sin hablarnos, siempre que la condición sea poder mirarme cuantas veces él quisiera, o si es posible un día entero tomando mini recesos de dos minutos.

Exhibe su musculatura en una básica camiseta blanca que combina junto a su calzado deportivo; el único tono extra, es su pantalón negro que posee dos rasgaduras en cada una de las rodillas. Luce recién bañado, y no de haberse levantado de las escaleras que dan a la entrada del apartamento en modo infraganti. Él menea a la altura de su vista, un reloj de oro que se localiza en la articulación de su muñeca izquierda. Estimo que evalúa la hora. Ni siquiera me pasa la idea de querer preguntarle sobre el tiempo; sé que voy tarde, casi más que tarde.

—¿Lista? —Su voz inquiere un tono de preocupación, pero se mantiene en su propio eje en una eficaz tranquilidad que colisiona mi mente en un remolino de pensamientos. Sigue siendo mi turno de cambiar de expresión en una abrupta confusión que lo hace desechar la sonrisa trillada de su semblante. Aprieta sus labios como si de una cremallera se tratase.

No he planeado nada con él, no que recuerde. Lo único que tengo pautado desde hace semanas atrás, es la cita con el especialista Steve en la institución con el mejor piso de madera oscura que he visto alguna vez.

—¿Vamos a algún sitio que yo no sepa? —Me siento incluso peor preguntándolo, ansío de saber la respuesta en cuestión de segundos. Me volveré loca si sigo pensando sobre las conversaciones de la noche anterior en donde quizás no le haya prestado atención. Creo que estuve muy atenta, también lo estaré cuando encuentre las palabras indicadas que me sirvan de excusas por llegar tarde a la consulta de hoy.

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⏰ Letzte Aktualisierung: Sep 12, 2018 ⏰

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Orquídea Cattleya | Libro IWo Geschichten leben. Entdecke jetzt