C A P I T U L O 9

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Una pared de la sala tiene ladrillos, ahí está un ventanal enmarcado de madera, acompañado por una cortina verde

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Una pared de la sala tiene ladrillos, ahí está un ventanal enmarcado de madera, acompañado por una cortina verde. Las demás paredes tienden un color crema suave. Cuenta con una chimenea, encima de ella se encuentra un televisor pantalla plana con dos adornos sin importancia a un lado, y frente permanece una mesa pequeña entre dos sillones de cuero, cada uno con su respectivo cojín. También habita otra mesa en el lugar, una rectangular blanca en medio de la sala conjunto de otro sofá grande color beige. El piso es de madera, un poco más oscura que del enmarcado, aunque es aguardado en el suelo por una alfombra lisa. Todo eso es iluminado por dos candelabros de techo moderno.

Y eso aún, no es nada comparado a lo que resta del sitio, porque eso, ni siquiera es la sala principal

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Y eso aún, no es nada comparado a lo que resta del sitio, porque eso, ni siquiera es la sala principal.

Lo veo ahí sentado pensando sobre las maravillas que podríamos hacer los dos juntos aquí, en unos de los sillones de cuero delante del ventanal. Este da vista hacia las afueras de la ciudad, y no sé si Declan; mi hermano menor de nueve años, está más emocionado por mi apartamento o por lo que ve a través del cristal.

—¡Me encanta tu casa¡ —exclama eufórico de la alegría. La sonrisa no se deshace de su rostro. El brillo en sus ojos se ilumina cada vez que gira su cabeza al ver algún objeto nuevo de la sala—. A mí también me gustaría vivir solo cuando sea grande.

Me río un rato de él—. Cuando seas grande eso jamás ocurrirá —Me aproximo donde él permanece. Al ubicarme frente al otro sillón de cuero desocupado, levanto el único cojín de varios tonos azules que permanece allí, para luego sentarme y posicionar este sobre mis piernas—, porque eso no lo permitiré por nada del mundo.

—Eres malvada.

—Tal vez.

—Lo eres de verdad.

—No lo creo —Tomo el cojín en mis manos mientras lo lanzo en dirección al pequeñín de Declan. Por su lado me debe estar maldiciendo cada segundo que pasa, puesto que él no pudo atrapar el cojín como le hubiese gustado para evitar el impacto sobre su rostro de galán—. Soy la mejor hermana del mundo, y para que creas eso, te llevaré a tu lugar favorito.

Celebra el pequeñín con un grito de esperanza en el sillón de cuero. Él no sabe si reír o llorar al mismo tiempo de la emoción. Incluso sentado, comienza a mover su cuerpo en un baile claramente feliz; su cabeza, sus manos y sus pies, están activados para cualquier tipo de ataque en contra de su celebración conmemorativa. En cambio, yo solo subo mis brazos arriba abajo en son de mis hombros, siguiéndole el ritmo a los pasos de mi querido hermano. Excepto cuando decidió preguntar por un chico en específico.

Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now