C A P I T U L O 10

171 55 20
                                    

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

El silencio dentro del auto parece ser infernal; no lo parece, simplemente lo es.

Ninguno de los tres decidimos comentar algún detalle sobre el drama que ocurrió dentro del apartamento, ni mucho menos abrir la boca en el trayecto hacia McDonald del cual Gael nos insistió en ir, a pesar de mis suplicas.

Admito que, a Declan le debe estar picando la lengua de las ganas que tiene por hablar con el castaño en cualquier momento, si es posible eternamente; solo por quitarse el silencio de encima que transcurrió dentro del auto, apenas pisamos el suelo de la calle como perros regañados por su dueño. Por eso el pequeñín, es persuadido por mi mirada a través del cristal en el espejo retrovisor, puesto que él se mantiene detrás del asiento donde me encuentro.

Suspiro tan fuerte aun sumergida en el náufrago silencio, que siento como Gael se tensa en el asiento de cuero negro.

Él es tranquilo a la hora de manejar, ha llegado a mantener un buen porte en la manera que atrae el volante a sus manos. Está completamente de acuerdo en respetar cada una de las normas de tránsitos, ya que determina con gratitud todo lo que transcurre a su alrededor. Y todo eso sin pasarse un semáforo en rojo, es posible decir que es precavido hasta para cuando gira el volante en una calle medio cerrada.

Gael tiene el aura definida como el hombre perfecto al volante, y es que, con tan solo mirar dentro del auto, se filtra en tus ojos lo refinado y preciso que puede llegar a ser.

—Ya llegamos —Prosigue por apagar el motor, antes de sacar la llave de la cerradura.

Me invito a observar todos los tipos de autos habidos y por haber en el estacionamiento. En el techo del sitio, se percibe en grande el nombre de McDonald. Todo allí es perfectamente estructurado conforme a lo arquitectónico. Desde afuera se puede escuchar los gritos de los niños al jugar, eso inmediatamente me hace pensar en Declan. Cuando volteo en busca de él, este se encuentra pegado a la ventana con sus ojos azules aislados en su único objetivo en la vida, solo por ahora.

Presiento el nerviosismo que tiene por salir de este invernal silencio que lo atormenta de pies a cabeza. Su pie se mueve ansioso de arriba abajo esperando ahora en el asiento detrás de Gael, que diga las palabras mágicas para ganarme las llaves de su corazón.

—Puedes salir, Declan —El pequeñín no deja que pase otro segundo al momento que divulgo la momentánea frase. Determina en tomar la manilla de la puerta mientras sale del auto. Lo veo correr feliz en el trayecto hacia la entrada de dicho lugar, para cuando él sonríe y entra al paraíso dentro de ese estallido de personas, mi vista se deteriora con tan solo pensar en el tiempo que tardaré en tratar de encontrarlo cuando decida salir de aquí, y mucho más si trato de seguir observándolo desde el estacionamiento.

Procuro que mis pensamientos divaguen en lo emocionante que puede llegar a ser esta aventura para mí, esta será la primera vez que estaré cerca de tantas personas; la primera vez que si lo recordaré. Mi mano presiona parte de la manilla inquiriendo en abrirla, pero esta no cede a su merced. Vuelvo a recalcar mi demanda con la acción que hice anteriormente; sin embargo, mis ojos se guían en otra dirección por el movimiento que Gael hace con su mano cerca de una pila de botones, tocando justamente el que asegura mi puerta sin permitirme salir.

Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now