C A P I T U L O 13

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        El fenómeno meteorológico es la lluvia

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El fenómeno meteorológico es la lluvia. El agua cae en forma de precipitación liquida desde las nubes; clara, fresca, la simple combinación de dos elementos escurriéndose sin descuido. Sin querer perdonar a quien estuviese en las calles en busca de una aventura, silenciosa en su régimen laminar. La tempestad azota el edificio del apartamento con total impiedad, modificando de niebla los rascacielos de la ciudad a través del cristal. Llueve fuerte, no apeteciendo cesar en algún momento.

Estoy sentada en el alféizar interior del ventanal. Mis piernas se almacenan una arriba de la otra, apenas me atengo en la pared detrás de mi espalda. Indicio el suéter vinotinto que rebasa mis muslos, a persistir lo más cerca de mi cuerpo para crear una calefacción de calor en mi piel, puesto que es lo único que llevo de vestimenta. Juego con los dedos de mis pies de atrás hacia delante, colorados de un matiz carmesí por el frio. Enrosco mis brazos en el torso mientras mi organismo, proporciona un irrefrenable deseo de separar la mandíbula, e implica la contracción de un buen número de músculos en el rostro. Tanto es el bostezo, que percato por el reflejo de mi sombra en el vidrio, cuando mis ojos se entrañan de lágrimas por la presión ejercida.

El silencio abarca cada esquina de la vivienda, siempre ha sido de esa manera sepulcral. Alrededor de unos minutos, tuve la decencia de ir a dormir por el cansancio en mi anatomía, pero oír las gotas del agua, hizo que me inclinara a contemplar el proceso. Mis párpados se cierran solo, continúo manteniéndolos de ese modo por un largo tiempo. Comienzo a escuchar varios sonidos que impiden seguir mi siesta. Abro los ojos un poco más de inmediato, siguiendo oyendo las instintivas resonancias del eco.

Es la puerta, alguien toca.

Muevo mi cabeza al reloj de pared moderno diagonal a mí. Se conserva en funcionamiento. Día a día, las agujas se alimentan de la hora, minutos y si acaso, segundos. La manecilla horario indica que faltan tres horas para la madrugada, la otra manecilla de mayor longitud y más estrecha que la anterior llamada minutero, no indica más de cinco minutos de la hora dada.

Logro levantarme; lento, pero seguro. No consigo más que arrastrar mis pies por el suelo de madera, reluciente e intacto; quien también contiene el gélido de la baja temperatura, procurando dar un vuelco de escalofríos en mi cuerpo. Me encamino por la sala placida, percibiendo el zumbido de mi corazón. Vuelve a sonar la manipulación de toques en la puerta. Mis manos están en ella, observando alguna señal de vida humana en la pequeña abertura de la superficie, pero lo que obtengo, son unos porrazos en mi frente por intentarlo.

Trago saliva, cohibida por la necesidad de saber si abro o no la entrada principal.

No tengo ni la menor idea de lo que está ocurriendo en mi cabeza, la actividad mental de convocar pensamientos requiere de un mayor esfuerzo voluntario para controlarlos.

Algo me da la impresión de que puede ser Gael, la única persona que avisó —no de la mejor manera—, venir al apartamento esta noche, y el mismo aclaró, que no hay un tiempo estipulado en el lapso de su visita. Viendo que he razonado en una explicación considerable; puede que sí, probablemente podría ser él.

Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now