C A P I T U L O 8

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Gael se está duchando.

Lo puedo oír por la sinfonía que mantienen las gotas de agua al caer en el suelo, sonando por ende en toda la habitación. Él no sabe que estoy dentro del baño, justo a unos escasos metros de donde se encuentra.

Mi cuerpo no resiste en buscar entre un gabinete al azar del tocador, algunos objetos para limpiar la herida de Gael. Llego a obtener primeramente entre mis manos una pequeña caja de primeros auxilios, no suele tener muchas cosas allí, pero conserva exactamente las pertenencias que necesito para cuando él salga de la ducha, como si esto de las heridas le ocurriera todos los fines de semana. Saco de su lugar gasas de algodón, y un diminuto circulo con un poco de cinta adhesiva estéril. Cierro la caja mientras lo guardo de nuevo en su sitio; sin embargo, mi atención se dirige a algo más que la caja, sino en las cantidades exageradas de envases con pastillas. Son muchas, tres veces más de las que yo utilizo a diario. Siento que es mi deber preocuparme por el castaño, aunque mi insuficiencia de conocimientos persiste en dejar las cosas como están, y no preguntarle nada al respecto.

De hecho, considero ir a sentarme encima del tocador, rezando dentro de mí que; por nada del mundo, esto se caiga al suelo por no tener soporte en la parte de abajo. Así mismo, rezo para que el chiquillo de Gael termine su larga ducha en cualquier minuto.

Detallo el lindo baño que se encuentra a mi alrededor. El color de las paredes es de un tono crema, haciendo contraste con el techo blanco y el suelo de madera. El aura de la habitación es llamativa, suelen haber muchos objetos que resaltan en el tocador, y más por el toque femenino que tiene en ciertas áreas; por ejemplo, el ramo de flores rosas artificiales que tengo a un lado como emblema decorativo. Frente a mi está un armario blanco de gran tamaño, eso quiere decir que la ducha se encuentra en el otro extremo de la pared.

Las gotas de agua empiezan a descender poco a poco, en breve se dejan de escuchar por completo

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Las gotas de agua empiezan a descender poco a poco, en breve se dejan de escuchar por completo. Un alivio recorre mi cuerpo, Gael tarda un poco en salir definitivamente de la ducha, pero lo anticipa con una toalla blanca rodeada en sus caderas. No me muevo del lugar donde permanezco, esperando que se dé cuenta por si solo de mi presencia; más bien, parece estar bastante entretenido en intentar secar su cabello castaño con otra toalla —también blanca—, como de entretenida estoy yo de su abdomen trabajado, y en la forma en que la letra v se pronuncia sin descaro en sus caderas.

Orquídea Cattleya | Libro IWhere stories live. Discover now