"Siniestro"

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Información
Nombre; Alberto Fernández
Nacionalidad; Mexicana
Edad; 50 años
Cargo; Narcotraficante.

Cassian

Todos vamos a morir algún día. No me creo "Dios" para hacer justicia por mi propia mano. Pero aquellos que piensen que pueden venir a mi ciudad, abusar de mujeres y maltratar a los niños no vivirán para contarlo.

Me posicione detrás de la pared, semiderruida, en el último piso del edificio. El viento zumbaba entre las grietas de los cristales rotos, no me movía. Permanecía con la vista fija en él, mientras se movía entre la multitud. Como un halcón, acechando a su presa, yo acechaba cruelmente a la mía. Un solo error bastaría un destello para delatarme. Pero yo no era un novato. Era un profesional. Desde los diez años había aprendido a usar un arma. Mi infancia no fue feliz. Fue ruda, sangrienta, y siniestra.

Inhalé una bocanada profunda de humo a mi habano favorito. Desde aquí tenía un ángulo perfecto, alto y amplio, pero lo suficientemente resguardado como para no ser visible desde la calle. Apoyé el rifle alineando la mira sin permitir que el sol reflejara en el visor. Iba a volarle la cabeza en cuestión de milésimos.

Localicé el objetivo entre el gentío ajusté el ángulo de disparo recordando que desde esta altura la gravedad no perdona distracciones. Mi dedo rozó el gatillo con paciencia. El disparo salió silencioso y dio directo al blanco. Alberto cayó hacia atrás, con un disparo en la cabeza, muerto. Todos se comenzaron a volver locos, buscando de dónde provino el balazo. Pero como todo francotirador profesional que era yo, torcí la vista y sonreí satisfecho. Una plaga menos de este mundo.

En el callejón atrás del edificio me aguardaba mi fiel guardaespaldas "Tony Miller". Yo no confío en nadie y ese lujo de confianza tampoco se le otorga a ninguna persona. Solo somos mi sombra y yo. Tony estaba apoyado del auto con unos lentes de sol negros, y su esmoquin como siempre.

No dijo nada y solamente me abrió la puerta del copiloto. Enseguida entré enderezando los gemelos de mi traje. Unos segundos después ya nos encontrábamos en la carretera rumbo al bufete. He descuidado mi trabajo en estos últimos días. Ser un abogado implica mucha responsabilidad, y más cuando eres el mejor de esta puta ciudad.

Tony no hablaba. Rara vez pronunciaba palabras. Únicamente se requería de su presencia cuando necesitaba ser transportado o eliminar de mi ciudad uno que otro obstáculo. Si era mejor así, que no hablara más de la cuenta, o terminaría arrancándole la lengua. No me gustan las personas que hablen mucho. Ya suficiente tengo con Mavie, que es mi dolor de bolas.

Whitaker & Hunt S.R.L.

Cuando llegué al bufete y comencé a caminar por los pasillos, con la elegancia digna de un monarca, los empleados bajaron la cabeza y unos que otros comenzaron a moverse, nerviosos de aquí para allá. Seguía mi camino con la cabeza en alto recalcó, no bajo la cabeza, no me arrodillo, y menos me humillo. Lucía, Raquel, Elena, como se llama hace el espantapájaros de mi secretaria, siguió mis pasos dos metros detrás de mí. Ella era un mar de nervios y una catástrofe. La contraté hace cuatro años. Eso era lo único que me acordaba. ¿Por qué no la despido? Razón. No suelo acostarme con mis empleados. Soy un hombre con el pene algo loco. Pero tengo reglas e instintos que llegan a controlarme.

—Señor Rostov—Tartamudea—Ha descuidado su agenda de esta semana, señor.

Giro la perilla de mi oficina y voy directo a mi silla, recostando mi cabeza hacia atrás. Cansado de esta mujer.

—El primer día de la semana tenía una audiencia con el edil —ella continuó— y a mitad de semana estaba citado para un proceso de disolución matrimonial al que, por cierto, no se dignó a asistir.

"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏}   𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️Where stories live. Discover now