El diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...
Miraba a mis hijos y luego a Cassian por igual. Son todos iguales y yo, que solo pongo el vientre, me siento usada, vendida. El pequeño Calix descansaba en mis brazos. Dos horas de sufrimiento para traerlo al mundo. Mis hijas estaban en la cama, sentadas junto a mí, mirando a su pequeño hermano. Agradezco a los dioses que fue solo uno, y es niño; así es el último hijo.
—Mami, es muy bonito nuestro nuevo hermanito —dice Caixia.
—Es muy chiquito —agrega Maliah con amor.
—Está pequeño, niñas, crecerá.
Cassiel miró a su hermano con ternura y besó su cabecita.
—Mami, es igualito a mí. Solo que yo soy más bonito, mami, y más bravo.
—Cassiel es un fastidio, mami —expresa Maliah molesta—. Muy celoso, no me deja jugar con Lucas.
—No vas a jugar con ese feo. Es mi amigo y no quiero que se te acerque.
—Mi hermano saldrá igual de celoso que este, mamá —señaló a Cassiel, enfadada.
—Son mías y de papá, y sí, va a salir muy celoso, yo lo enseñaré. Las cuidaremos de los feos.
—¡Mamá! —exclamaron ambas.
—Niños, déjenme a mamá descansar. Papá ha regresado.
Miré hacia la puerta; mi esposo había ido por el alta del hospital. Se acercó a mí, besó mis labios y luego a nuestros hijos.
—Papi, papi, ¿verdad que Calix no será celoso como Cassiel?
—Será peor.
—¡No, papi! Calix no va a ser más celoso que yo. Yo soy el más celoso porque soy el más grande —dijo, inflando el pecho con orgullo.
Cassian sonrió y se agachó para quedar a la altura de Cassiel, revolviéndole el cabello. Padre e hijo; dos celosos a muerte.
—Lo eres, bebé. Pero también eres el hermano mayor. Tienes que proteger a Calix, enseñarle todo lo que sabes, y eso incluye ser un buen hermano.
—Ya escucharon —afirmó el pequeño celoso, girándose hacia sus hermanas—. No tendrán feos a su lado, y tú —señaló a Maliah—, deja en paz a mi amigo Lucas o papi lo dará en adopción. Me lo dijo.
—Bebé... —intentó intervenir mi marido en cuanto le dirigí una mirada asesina—. Se suponía que era un secreto.
—Cassian Rostov, estás en serios problemas —le advertí.
Un año más tarde...
Cassian
Rascaba mi barbilla. Volvía a los ojos azules enfadados de mi mujer. Y al pequeño chupa tetas en su cuna. ¿Qué falló? ¿Qué salió mal? ¿Por qué es igual a mí otra vez? He ganado. Mi hijo es de color blanco, ojos grises grandes y cabello negro como la noche. Es otra copia mía y de su hermano. Es un Rostov mi hijo.
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—Deberías estar feliz, ¿o no? —manifestó molesta.
—Quería dos en vez de uno.
—¡Cállate! Mira, es otro como tú.
—Te dije que te quedaras quieta, y no me dejaste seguir con el segundo intento.
—Estábamos en la playa.
—Más razón para haberlo hecho dos veces.
El pequeño Calix extendió sus manitas hacia mí, y lo sostuve contra mi pecho.
—Al menos su primera palabra, como la de Cassiel, fue "mamá" —comentó, sonriendo.
—Te perdono por eso Rostov.
—Teta, mamá, teta —pidió mientras sacaba el pezón de mi mujer; comenzando a mamar.
—Es un goloso como su hermano.
—Es el último hijo. Ya no voy a compartirte, Mavie.
—Te recuerdo que fuiste tú quien me dejó embarazada.
—Conseguí mi objetivo: otro niño, otro hombre Rostov.
Coloco una mano en el pezón libre de mi mujer. Esas tetas son mías y no voy a dejarlas. El pequeño Calix me da un manotazo que me aleja la mano. Y me altera su reclamación tan posesiva.
—Son mías, papá —reclamó mi hijo—. Tetas mías.
—Eso no te lo apruebo, niño —lo arrebato de los brazos de su madre.
—Cassian, ¿qué haces? Tiene hambre.
—No, escuchaste lo que acaba de decir.
—Es un bebé.
—Bebé, tu bebé soy yo. No necesitas más.
—¡Mías, mías! —se quejó mi propia creación, extendiendo sus brazos hacia su madre—. ¡Mami, mami!
—Ven, bebé —mi mujer me lo quitó y volvió a amamantarlo.
—Esto es el colmo del descaro.
Miré a mi hijo. Este me salió peor que Cassiel; al menos él me compartía a su madre, pero Calix es más peligroso que yo. Me sorprende.
—Oye, niño, ella es mía. Yo la vi primero.
—Mía, mami, mía —sentenció posesivo.—Es mía.
—Hablas muy claro. Para tener solo un año enano acaparador de tetas ajenas.
Mi esposa me lanzó una mirada que podría congelar el infierno. Cassian, respira. Si dices una de las tuyas hoy, no habrá sexo, y te deja durmiendo con Tony dos noches. Exhala, que él crecerá y luego encontrará las suyas propias. No lo jodas, idiota
—¿Piensas decir algo, amor?
—Nada, vida mía, que los amo —miré al posesivo chupa tetas; más tarde se las quito—. Y él también.
—¿Quién es su mujer, señor Rostov?
—Mavie, señora Rostov.
—¿Y quién tiene siempre la razón?
—Ella, mi mujer, toda la razón la tiene ella.
—Ese es mi hombre.
—La amo, señora mía.
—Yo a usted, señor Rostov.
Me acerqué a sus labios y susurré:
—Y si lo duermes, y hagamos otras cosas.
—¿Como cuáles?
—Te la quiero meter.
—¡Cassian! No digas esas cosas frente al niño.
—Solo es un niño come tetas despreocúpate—le como el cuello—Señora mía vamos a jugar.