El diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...
Me cambié de camino a la playa y estacioné el Bugatti La Voiture Noire. Al bajarme del auto, me puse unas gafas de sol negras. Iba sin camisa, solo con unos shorts de playa cortos. Recibí la mirada de más de una mujer; no miraba a ninguna, solo veía a mi mujer y a nadie más. Sin embargo, una mujer rubia se aproximó.
—¿A dónde tan guapo y tan solo, bombón?
Más ridícula no podía ser. En cuanto iba a responder, mostré mi anillo de bodas. Mis hijas se aproximaron y, con un cubo de arena que llevaban en sus manos, se lo arrojaron a la rubia.
—¡Ahh! —gritó ella.
—No te acerques a mi papi, bruja.
—Es un hombre comprometido y enamorado de mi mami —vociferó Maliah.
Reí; mis hijas son muy celosas, bien por ellas.
—Hijas de —alzó una mano para golpear a las niñas, y con rapidez se la suspendí en el aire.
—Es un suicidio que me mires. Otra cosa que no le permito a nadie es que intente pegarle a mis hijas o que les grite —solté su mano con rudeza—. Fuera de mi vista o no respondo de mí.
La mujer, asustada, se fue. Maliah y Caixia me miraban con esos grandes ojos grises, iguales a los míos.
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—Papi, eres nuestro y de mamá —expresó Maliah, enfadada.
—Y de nadie más que nuestro —la siguió Caixia.
—Soy todo suyo, niñas —les besé las mejillas—. Iba a echar a esa bruja yo mismo.
—Más vale que sí, papi.
—Eso esperamos.
—Ahora —sonrió mi hija con malicia—, ¿jugamos a las princesas cuando lleguemos a casa?
—Hecho, niñas, el azul será, pero nada de decirle a mami, ¿está bien?
—No le diremos nada de que eres nuestra princesa —ríe Maliah y me da vida verla tan feliz. Nadie, repito, nadie dañará a mis bebés. Siempre serán mías.
—Lo prometimos, papito, a nadie.
—Es nuestro secreto.
—¿También las uñas, papá?
—Todo lo que quieran.
Ellas me besan la mejilla con ternura.
—Eres el mejor papá del mundo, por eso te amamos tanto, papi.
—Yo a ustedes. Ahora vayan con la cabra alegre de su tía. Papá y mamá le darán otro hermanito.
—Papi —resopla—, la cigüeña dejó a Cassiel en la casa porque se cansó de volar. No sea que venga otra y se canse y traiga a otro hermano celoso.