LaurenEs que lo observo otra vez y recaigo. Traía un traje azul entallado a su figura, el cabello castaño claro, algo largo, con ese desorden calculado que solo él puede llevar y aún así lucir perfecto. Sus ojos, avellana clara, tenían esa forma de atraparme sin pedir permiso. Y ese aroma. denso, adictivo. Bastó una mirada para humedecerme. Roxan Montes era todo lo que muchas desean y pocas admiten: educado, atento, atrevido y despiadadamente bueno en la cama. ¿Que cómo logré tenerlo? Tendrían que leer mi historia para entender cómo este cuarentón terminó rendido entre mis manos.
La humedad aún latía entre mis piernas mientras descansaba en la cama, envuelta en una sábana blanca, viéndolo ajustarse el reloj frente al espejo. En esta vida solo hay dos caminos: o luchas por lo que deseas, o te conformas suspirando por lo que crees inalcanzable... hasta que lo tomas. Yo siempre he tenido lo que quiero. Y desde la primera vez que vi a este cuarentón, supe que quería caer. No a sus pies, no en su cama. En sus manos.
Este hombre coge como un dios. Y no solo eso. Tiene trucos, ritmo, boca, manos. Me tiene delirando, sin exagerar. Diez hijos. Lo juro y lo firmo: a este cuarentón le doy diez hijos si me los pide. Debo ganarle el paso a mi amiga. No puedo quedarme atrás. Ella ya está embarazada. Ahora me toca buscar a la mini-Lauren.
Fui a California con el pretexto de apoyar a mi amiga en su depresión. Pero la verdadera meta era alcanzar a mi hombre. No se lo voy a dejar a nadie. Él se acercó, ya cambiado, y su perfume me envolvió como un hechizo. Capturó un beso de mis labios sin pedir permiso. Las paredes, la cama, la cocina, el baño, las escaleras, el balcón cada rincón de esta casa ha sido testigo silencioso de cómo este hombre me ha consumido por completo.
Soy como un templo sagrado: solo abro mis piernas a quien sabe hacerme rendirme de rodillas.
—Me iré a la empresa Brunette —dijo en alemán, y juro que me corría a mares—. Pórtate bien.
—Esta noche es la despedida de soltera de Mavie —le comenté—. Iremos a un lugar.
—¿Qué lugar? —se sentó en la cama y me acomodó un mechón detrás de la oreja. Este hombre... va a hacer que me enamore más de lo que ya estoy—. Espero que solo estén ustedes, sin ninguna interrupción masculina.
Me aclaré la garganta y crucé los dedos detrás de la espalda. No podía decirle que habría hombres.
No es que no respete nuestra relación.
pero mirar no te convierte en infiel. Solo iremos a hacer una "tarea" con cuerpos musculosos.
Firmar unos contratos que, bueno, necesito verificar para mi currículum. Nada grave. Nada ilegal. Nada tan malo.—¿Necesitas dinero? —me preguntó, y negué un poco la cabeza.
—Estoy bien —Lo bese—. Esta noche nos veremos y espero que me apagues, porque vengo muy encendida.
Él se rió. Cuando me embriagó, se me da por reír y hacer una de las mías.
—Esta noche voy a cogerte amarrada a mi cama, morena.
Asentí varias veces. La idea me gustaba demasiado.
Y aunque la copa me llama, me repito una y otra vez:
No me voy a emborrachar. No me voy a emborrachar.
Quiero estar consciente, lúcida. Para sentir cómo me come. Cómo me maltrata. Cómo me posee.—Estaré al pendiente de ti. Si necesitas algo, llámame. Y no quiero hombres cerca de ti.
Gracias, Rostov me lo volviste un salvaje.
—Como usted diga, señor Montes.
Me dio un último beso antes de irse, dejándome desnuda sobre las sábanas. Me recosté otra vez, mirando al techo, soltando una larga bocanada de aire. ¿Por dónde empezaba? Tenía que alquilar un lugar y contratar a los mejores bailarines desnudos de todo Washington.

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"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏} 𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️
RomanceEl diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...