MavieDesperté entre las sábanas del abogado, y los recuerdos de anoche me golpearon. Su boca sobre la mía, el modo en que me reclamó sin permiso, sin titubeos. Lo permití. No con culpa, sino con un placer que aún me recorre. No debería desearlo... se supone que lo detesto. ¿Entonces por qué mi cuerpo lo anhela? Me deslicé fuera de la cama; el aroma persistente de su colonia se aferraba a las sábanas, embriagándome. Él ya no estaba en la habitación. Aun así, no importaba. Mi plan de llevarlo hasta el límite, de hacerlo rendirse ante mí, seguía tan vivo como ese deseo que crecía en silencio.
Me puse un vestido corto de flores a toda prisa. Mientras caminaba hacia el baño, me lavé el rostro y cepillé mis dientes. Tendría que sacar algunas de mis cosas de esta habitación, el había regresado. Frente al espejo, en tanto me secaba la cara, los recuerdos de anoche volvieron a arremeter. Él me suplicó por primera vez que no me fuera, y como si algo dentro de mí obedeciera sin cuestionar, simplemente no me moví. Me quedé junto a él. Algo cambió. Algo en mí se quebró o se reacomodó. No sé si fue que comencé a verlo diferente... o si lo que sentía estaba mutando en algo más profundo.
Ya arreglada, me desplace hacia la sala, aunque me detuve al revisar un mensaje de Galán. Me comentaba que esperara unas flores que me había mandado. Ese tipo era persistente, sin duda. Al levantar los ojos, lo vi: el abogado, sin camiseta, dejando a la vista ese cuerpo que provocaría un infarto. Un torrente de imágenes de la noche anterior me recorrió la espalda como una corriente eléctrica.
Era imposible no notarlo. Tenía ese porte que desarma, viril y elegante. Presioné mis labios entre sí y, en lugar de decir algo, me dirigí en silencio hacia la mesa. Me senté a desayunar como si nada.
Qué bueno que regresó. Me gusta cómo prepara los alimentos, lo hace de maravilla. Y, sin querer, ya me he habituado a su presencia.
Cierro los ojos por un lapso, y la imagen de su boca apoderándose de la mía vuelve con jula. Aquel beso me dejó temblando... y queriendo repetirlo. Podría hacer muchas cosas, menos fingir. No soy de las que huyen, nunca lo he sido. Lo detesto, sí... pero también me enciende.
—Por casualidad, ¿ha llegado un mensajero con flores para mí?
—¿Acaso me tomas por tu florero? —Rebatió con desgano—No he visto ni una sola flor llegar aquí. Ahora termina tu desayuno y deja esas fantasías.
Me pasó por alto como si no existiera y desapareció tras la puerta de su dormitorio, que cerró de un portazo brusco. Exhalé hondo. El clima está raro, el viento se siente más crudo de lo normal. Este fin de semana y aunque no me emocione en lo absoluto, se supone que debería celebrar mi cumpleaños.
Una vez que terminé de comerme el desayuno, enjuagué los utensilios y los dejé escurrir en la rejilla. En ese momento, él salió de su habitación. Vestía un pulcro traje negro y su presencia imponía. El porte, la forma en que lo llevaba, y ese color plateado en sus ojos... parecían más vivos que nunca. Caminó con esa actitud arrogante que le caracteriza, directo a la puerta, sin mirarme ni despedirse. ¿Ahora va a fingir que no pasó nada? Qué iluso. Me besa como si se le fuera la vida en ello, y ahora actúa como si yo fuera polvo. Grandioso. Otro idiota más para la colección.
—¿Papá? —Atendí su llamada justo cuando me dejaba caer en el sofá.—No anticipé que marcarías tan pronto.
—Hija—resopló en forma de protesta—Soy tu padre, me preocupo a cada momento por ti.
—No soy una niña—le recuerdo—Soy una mujer.
—Tengas la edad que tengas, para mí siempre serás esa niña que amo.

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"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏} 𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️
RomanceEl diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...