MavieSentí unas manos acariciar mi rostro y rozar mis labios mientras despertaba. Desde que subimos al avión, ya habíamos sobrevolado otra costa; llevábamos casi cinco horas en el aire. Hacer sexo a esa altura había sido una experiencia distinta y sorprendentemente placentera. Al abrir los ojos, descubrí que estaba sola. Él no estaba. Seguía en la cama, envuelta en una sábana blanca, completamente desnuda. Alcancé mi teléfono sobre la mesita y revisé las notificaciones: había mensajes de mi padre que decidí ignorar, de Lauren y... uno más. Deslicé el dedo sobre la pantalla y vi cinco llamadas perdidas de ella.
—Hasta que por fin respondes, amiga —dijo al contestar.
—¿Pasó algo?
—Sí. Como dejaste la florería en mis manos, fui a abrirla y no sabes lo que ocurrió.
—Lauren, sé directa.
—Es Ángel. Tuvo un accidente de tránsito. Está bien, pero se fracturó ambos brazos.
Al escuchar eso, me levanté de inmediato, sujetando la sábana con una mano.
—¿Estás segura de que está bien?
—Sí, tranquila. Está consciente, ya lo atendieron y lo llevaron a una clínica privada. Me dieron el parte médico, solo necesita reposo.
—Gracias por avisarme.
Al colgar la llamada, dejé el teléfono en la mesa de noche y salí de la habitación. Lo encontré en la sala, con la vista puesta en su portátil y una copa de whisky en la mano. Cerré su computadora de golpe y le quité la copa. Bebí el trago de un sorbo y dejé el vaso sobre la mesa a su lado.
—Fuiste tú, Cassian —solté, mirándolo fijamente.
—¿Yo qué? —preguntó sin inmutarse, como si no supiera de qué hablaba.
—No te hagas el ingenuo. Ángel. El accidente. ¿Tuviste algo que ver?
Cassian dejó la copa sobre la mesa con calma, sin apartar la vista de mí.
—Sí —admitió con total frialdad—. Le rompí los brazos. ¿Quieres que te cuente con qué mano empecé?
Mi pecho se tensó. No me lo decía gritando, no buscaba asustarme. Lo decía con esa tranquilidad suya que era aún peor.
—¿Estás demente?
—No —respondió, encogiéndose ligeramente de hombros—. Estoy obsesionado con mi mujer. Y nadie se mete con lo que es mío sin consecuencias.
Me quedé en silencio, sin saber si quería discutir o lanzarme encima de él y golpearlo... o besarlo, lo cual era igual de perturbador.
—Te juro, Cassian... esto no está bien.
—No —repitió—. Pero funciona.
Me tomó de la mano sin decir algo y me sentó entre sus piernas. Llevaba solo un short, y él estaba casi desnudo, su piel marcada por tatuajes y ese físico que parecía esculpido a propósito para tentar. Su boca fue directo a la mía, besándome lento, tentando al mundo pudiera esperar.
—Solo le dejé claro que no debía acercarse a ti. No voy a matarlo.
—Eres cruel.
—Soy tuyo. Olvídate del vendedor de agua, vamos a follar.
—Sigo molesta contigo. No tendré sexo, no ahora.
—Estás molesta. Lo sé —susurró junto a mi oído—. Pero prefiero que descargues ese enojo conmigo... a tu manera.

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"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏} 𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️
RomanceEl diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...