MavieSus palmas aprisionaban las mías contra las sábanas, mientras nuestros cuerpos se fundían sincronizados Entraba y salía con un ritmo cadencioso, casi reverente, más profundo. El sudor me empapaba la frente, y la sensación de tenerlo tan dentro me deshacía. Un beso vehemente unió sus labios a los míos, dejándome sin aire. Enredo mis piernas en sus caderas y arañé su espalda, mientras en los espejos del techo se reflejaba el tatuaje de mis ojos que él llevaba grabado en la piel. Decir "mi marido" sonaba como un himno dulce y poderoso.
—Uhhh... Cassian...
—¡Mierda!—Me penetra sin cederme respiro—Mi esposa.
Su exudación resbalaba por mi cuerpo mientras su frente se apoyaba contra la mía, y apretaba sus puños con más fuerza sobre los míos. Sentía que flotaba, deseando aún más, sus movimientos nos incendiaban, la color nos sofocaba. Me besaba con voracidad, y pronto el orgasmo se anunciaba. Nos fundimos en un clímax casi simultáneo; yo primero, sin poder contenerme, él después, quedándose dentro para susurrarme un beso dulzón. Habíamos pasado toda la noche follando, solo dormí una hora, interrumpida cada tanto por sus caricias en mi cuerpo.
No podía negarme, y mucho menos al verlo sin camisa y con ese cuerpo musculoso. Mis hormonas estaban desquiciadas; no sabía si era por el embarazo, pero cada vez que teníamos sexo, quería más.
—Buenos días señora Rostov.
—Buenos días mi señor.
Posó una mano en su mejilla besándole los labios. Justo cuando él salía de mí, me robó otro beso antes de incorporarse de la cama. Yo me quedé tendida, envolviendo mi cuerpo desnudo con las sábanas.
—Te prepararé el desayuno, vida —se colocó unos bóxers negros—. Descansa un poco, tengo algunas llamadas que atender.
—Se supone que es nuestra luna de miel.
—Amor, llevamos tres días en altamar. Soy un hombre con responsabilidades que no puede darse el lujo de descuidar su lugar.
—Está bien...
Le di la espalda y me metí debajo de las sábanas. El embarazo me tenía muy sentimental. Cassian, como si pudiera leerme, apartó la tela blanca que cubría mi rostro y me besó la frente con ternura.
—Soy capaz de sacrificar todo lo que tengo con tal de no perderte —me susurró—. Pero no debo descuidar mi puesto, pequeña. Por mí, por ti, por nuestros hijos. No puedo bajar la guardia ni permitir que vuelvan a lastimarte.
Lo vi alejarse hacia la cocina del yate, ese andar seguro que parecía marcar territorio con cada paso. Los músculos de su espalda se contraían debajo de la piel dorada, y el tatuaje con mis ojos grabados ahí me hizo sentir más suya. Mi esposo. El hombre que quemaría al mundo solo por protegerme.
Volvió minutos después con una bandeja en las manos. No me dejó tocarla.
—Te alimentas porque yo lo digo —Deposito el desayuno sobre la mesa—. Porque tú y lo que llevas dentro de ti me pertenecen. ¿Entendido?
Asentí en silencio, tragando saliva. Su mirada me quemaba desde el otro lado de la habitación. Se acercó a mí despacio, felino, y con la misma paz que usaba para disparar, me arrancó la sábana que me cubría el cuerpo.
—Así estás mejor. Así, como solo yo puedo verte —me susurró cerca del cuello, mientras sus dedos dibujaban círculos lentos en mi vientre abultado—. Aquí estás creando lo que más voy a amar en esta vida. Mis hijos. Nuestros hijos. Y nadie, escúchame bien, nadie te va a mirar como yo.

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"El Abogado de la Mafia" © { 𝐋𝐢𝐛𝐫𝐨; 𝟏} 𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐜𝐨𝐫𝐫𝐞𝐜𝐢𝐨́𝐧 ✔️
RomanceEl diablo se viste de santo y lo único que queda es pecar con él. Regresa el abogado Rostov. Un hombre cruel, sin escrúpulos, que no tiene debilidad alguna. O eso creía. El abogado más temido de todos se enamora de una mujer cuya apariencia juvenil...