Capitulo 7

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Nunca he pertenecido a un hombre

Es un nuevo día, me levante despacio y me vestí cuidando de no despertar a Rose, tome una canasta y metí el Sauternes de color dorado con notas de miel, avellanas y naranja, además de la copa con el que ya había comenzado a beberlo, algunas galletas de vainilla y mi libro.

Me dispuse a pasar la mañana en el lago, escuche un auto llegar y ahí estaba. Josh Wetterberg en persona, cada vez que lo veía me ponía nerviosa, mi corazón se aceleraba y yo no entendía porque, se bajó del auto y nos quedamos mirando por varios segundos, ninguno de los dos podía pronunciar palabra alguna.

—Hola— me saludó tímidamente.

— ¿Qué haces aquí Josh?

—Megan— hizo una pausa y caminó hacia mi —He querido hablar contigo.

—Josh escucha no creo que sea buen momento para...

Me interrumpe —esto no es fácil para mí pero si no te lo digo ahora no te lo diré nunca, me ha tomado mucho trabajo llegar hasta aquí, solo escúchame.

Baje el rostro y me sentí confusa, tenía miedo de lo que él podía decirme, se acercó mas a mí y me beso como la primera vez, sentir sus dedos fríos en mi cuello y el calor de su boca me produjo escalofríos, puse las manos en su pecho para apartarlo de mi, pero entonces su abrazo hizo que me rindiera.

—Megan— susurró —No sé cómo decirte esto, pero no he dejado de pensar en ti, sé que he complicado las cosas con mi hermano y con ella. Mi intención era alejarte.

Hizo otra pausa luego prosiguió —Tengo problemas para confiar en la gente, tuve miedo de que no me aceptaras así que le pedí a Eliot que se acercara a ti, para poder también hacerlo yo, lo de Angelina fue un desastre en realidad, el presente que le di a ella en su cumpleaños era para ti, pero no supe dártelo y termine entregándolo a ella. Desde que te vi supe que esto me pasaría contigo, ninguna chica me había descifrado con la mirada de esa manera.

Mis manos se pusieron heladas no sabía que decir, no me sentía bien para pensar, mis sentimientos estaban sacudidos, así que solo lo miré —No sé qué decir Josh todo se ha fastidiado, ahora Angelina cree que sale contigo y Eliot —suspire —ni siquiera puedo mirarlo a la cara.

En ese momento Rose apareció escandalosamente gritando por la puerta entusiasmada.

—Megan lo sabía! sabía que me estabas ocultando algo, así que sales con Josh y no me habías contado

—Rose nosotros no— la miro confusa por su actitud tratando de explicarle, pero la muy testaruda no me escucha.

— ¿Cuando pensaban decirme eh? —Josh sonrió.

—bueno ya lo sabes, al fin Megan y yo estamos juntos.

—Que! —los mire a ambos pasmada.

—Qué lindo iban a dar un paseo en el lago y yo los interrumpí, ven Josh los ayudare a bajar el bote, vayan diviértanse los esperaré aquí con un rico almuerzo.

—Rose pero es que nosotros no —trato de explicar de nuevo pero el me toma fuerte por la mano, arrastrándome hacia el bote.

—Vamos Megan se nos hace tarde.

Consternada veía a Josh remar el bote adentrándonos en el lago, observe el agua y deje que mis pensamientos se ordenaran uno tras otros, lo vi sacar la bolsa de migas de pan para los gansos, lo hizo en absoluto silencio, sentía que los suaves rayos del sol me devolvían la vida, así que me recosté en la butaca para mirar lo que él hacía.

Tomamos vino e hizo algunos comentarios para reírnos, varias veces nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos. Cuando el sol ya nos quemaba la piel volvimos a la casa, Rose pidió comida china, era de esperarse, siempre bromeaba con pedir comida y decir que ella la había preparado, le pidió a él abrir un Pinot Noir con suaves notas de té y frutos rojos, esa fue la primera vez que lo vi actuar de manera normal, no tenía miedo de hablar, ni de bromear ni de mirarnos a los ojos.

Nos despedimos con un beso, parados en la puerta de la casa cuando el sol ya se ocultaba, besando dulcemente mis labios me miro —Mañana te escribo déjame saber que esto no ha sido un sueño y que ya eres mía.

Al escuchar esas palabras, sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral, nunca he pertenecido a un hombre, él se alejó rozando mis manos hasta la punta de los dedos, sentí, como un sentimiento me tallaba el pecho y me pregunté si era eso lo que los poetas de mis libros llamaban amor.

Tierna e inocente Dulce Desastre IWhere stories live. Discover now