Magicians Ashes #Wattys2016

Capítulo uno: La partida.

No voy a volver. Si vuelvo de donde me fui y pretendo ser el que ya no soy, podría quedarme sin nadie, ni con el que fui ni con el que soy.

Cuando suba al tren voy a saber si la decisión que tomé fue la correcta. Son las 16:10hs, ésta mañana iba a encontrarme con una chica que no conozco para forzar una relación que nunca iba a concluir. Mi primo, Nathan, es un poco recalcitrante a su idea de "conocer el amor" y tiene pensado que todo lo que él piense está bien. Propugna su idea de que el amor puede ser conocido por el simple hecho de ser parecidos, tampoco es que yo sea un experto en el tema pero sé que no es un factor que sea primordial para una relación.

Él puede decir más que yo sobre el amor, su novia Hannah es muy cariñosa y demuestra creo que demasiado el amor que le tiene a mi primo, digo esto, porque se la pasan besándose en frente mío y de Matthew, nuestro mejor amigo. Creo que él es lo único que tenemos en común con Nathan. Me gustaría que Matthew me acompañe en éste viaje, él sabría qué decir pero no puedo decirle a él ni a nadie el porqué de irme.

Mi canción favorita "always where i need to be" de The kooks oía en mis auriculares, la primer estrofa de la canción que dice: "she don't know who she is..." supongo que ya sé porque me gusta, es exactamente lo que yo siento.

Yo no sé quién soy realmente.

Sé que suena como una frase de un adolescente con problemas de autoestima de quince años y es raro porque tengo diecisiete, aunque no lo parezca soy muy maduro pero no con éste tipo de cosas digo... ¿Quién es realmente quien dice ser? Todos escondemos algo, o fingimos algo, ya sea por proteger a alguien en una mentirita blanca o fingiendo que nos agrada la horrible bufanda que nos tejió la abuela. Obviamente con esto no digo que todas las abuelas tejan algo feo, he visto abuelas hacer maravillas con las agujas, mi abuela nunca me tejió nada no sé por qué.

-Ahí viene -Gritó un niño regordete de unos diez años. Parecía emocionado al ver un tren, recuerdo la primera vez que viaje en tren pero yo no estaba emocionado, nunca actué como el resto de los chicos de mi edad siempre había algo que me impedía ser estúpido a tal extremo de subirme a algún lugar donde es obvio que me voy a caer y rasparme las rodillas. Todos los chicos a los diez se raspan las rodillas, ¿No? Bueno, yo no.

No me llamaba la atención andar en bicicleta, salir a jugar, las escondidas ni ninguno de esos juegos y mamá me obligaba a salir pero ¿qué hace un chico de diez años sin amigos? Siempre se me hizo sibilina la forma en que todos se divertían y jugaban, no me gustaba ni siquiera mirarlos.

No es que con el paso de los años no haya hecho ningún amigo por suerte pude encontrar muchas amigas que son un poco menos o igual de maduras que yo y bueno... Después están Matthew y Nathan, Nathan es mi primo y amigo por obligación ya que tiene mi misma edad y nos conocemos desde niños. Matthew es diferente, es como un hermano pero no me atrevería a decirle "mejor amigo". Nunca tuve un mejor amigo, supongo que tengo muy altos los estándares de eso.

Pude arrepentirme de subir al tren, un segundo antes de entrar pensé en todo lo que podría perder y me detuve pero dije "pareces un estúpido", no podía quedarme en el umbral de la puerta del tren se cerraría y me aplastaría así que di un paso adelante y respiré hondo mientras "Wonderwall" de Oasis empezaba a escucharse en mis auriculares.

Me senté en los asientos que están en el límite de un vagón con el otro y abrí el libro que estaba por terminar "Los ojos del perro siberiano" creo que leí éste libro unas veinte veces pero no me canso de hacerlo, releo los párrafos señalados unas treinta veces más y no me canso de éste libro. Es del autor Antonio Santa Ana que es argentino al igual que yo.

No muchos hombres leen en Argentina, sé que hay, pero no mucho donde yo vivo. Es una pena porque creo que un libro puede abrir mentes y hacer pensar a personas que antes no lo hacían constantemente.