Capítulo tres: Recuerdos.

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Se nos debería recordar por las cosas que hacemos. Las cosas que hacemos son las cosas más importantes de todas. Son más importante de lo que decimos o que nuestro aspecto. Las cosas que hacemos duran más que nuestras vidas.


En la mañana Caroline me despertó para que haga el desayuno ya que a ella no se le da muy bien eso de cocinar. A ninguno de los dos les gusta hablar en las mañanas pero a pesar de eso ella trataba de hablarme, cosa que me ponía de mal humor y ella lo sabía ya que me veía en la escuela todas las mañanas y siempre hacía lo mismo.

-¿Saldremos hoy?

-No sé -No suelo ser así todo el tiempo pero en las mañanas no puedo controlar mi humor.

-Sí, sí, lo haremos -Siempre trataba de convencerme pero nunca lo lograba, una vez estuvimos a punto de ir pero comenzó a lloviznar y dije "el destino no quiere que vayamos" y me acosté en los sillones de su casa. Yo creo que el destino lo forja uno y sí, sé lo trillada que está esa frase pero no me importa porque es lo que pienso. Leí una vez que el pensamiento desemboca en tu destino. Decía algo así:

"Cuida tus pensamientos, ellos se convierten en palabras. Cuida tus palabras, ellas se convierten en acciones. Cuida tus acciones, ellas se convierten en hábitos. Cuida tus hábitos, ellas se convierten en carácter. Cuida tu carácter, él se convertirá en tu destino."

Positivo o negativo, si piensas mucho en algo se hará realidad y así con todo.

-¿En qué piensas? -Preguntó Caroline mientras buscaba entre su ropa.

-Sobre el destino.

-¿Te das cuenta lo raro que suena la mayoría de las cosas que dices? -Me encogí de hombros -. Aquí están... ¿Quieres? -Sabía que Caroline fumaba pero no contaba con que trajera cigarrillos y que fumara dentro del departamento.

-No y... ¿Puedes esperar a que salgamos?

-¿Entonces saldremos?

-Si no hay de otra...

Me abrazó y se metió corriendo en el baño junto con ropa ¿Hacía falta tanto escándalo?

Cuando estábamos en el secundario me gustaba pasar tiempo con ella porque siempre estaba tan llena de vida y yo tan... Todo lo contrario. Yo no quería a ninguno de nuestros compañeros porque me resultaban todos estúpidos, siempre siendo tan gofo, odio a mi yo de secundario ¿Ya lo dije?

Mi secundario fue un infierno, en realidad, toda mi adolescencia lo fue pero eso es lo que dice la mayoría de las personas y no quiero sonar trivial. Me trataban de anormal por no gustarme las fiestas, fumar, tomar alcohol o drogarme. Ni siquiera me gusta el helado. Sí, siempre fui anormal y, aunque al principio me molestaba, después del segundo año me empezó a importar poco y nada lo que los demás piensen. A uno de mis compañeros le gustaba recordarme todos los días lo rara de mi vida y aprendí a ignorarlo con el tiempo pero parecía no cansarse así que hice lo que Charlie en las ventajas de ser invisible me enseñó "primero a la garganta, después a los ojos y..." No importa, lo que sí importó fue cuando llamaron a mis padres y le contaron lo que había hecho. Ellos siempre fueron muy comprensivos conmigo, nunca se atrevieron a hablarme feo y mucho menos a golpearme, ése día papá solo dijo:

-No está bien lo que hiciste, Nick -Y a pesar de no decirme nada del todo malo eso me dolió más de lo que podría haberme dolido cualquier golpe. Siempre fueron importantes para mí.

-Él se lo buscó -Típica respuesta de un adolescente incomprendido de quince años.

-Eso no importa, tendrás que aprender a controlarte -Ahí terminó la conversación.

Magicians Ashes  #Wattys2016Where stories live. Discover now