Capítulo 9.

1.3K 175 97
                                    

Si alguien pasara por las afueras de la casa de Gaster podría escuchar el llanto de Papyrus tan claro como el agua, y sin dudar llamarían a la policía creyendo que se trataba de alguna situación de maltrato que se llevaba a cabo ahí dentro. Nada de eso, Papyrus había comenzado el día con su distinguido canto de lágrimas cuando Gaster le había pedido a Sans que lo cuidara mientras él iba a Hotland a trabajar. Había dejado mucho trabajo pendiente y ya era hora de que fuera a retomarlos o estos seguirían acumulandose más y más, y Gaster no quería pasar encerrado todo un mes en su laboratorio a causa de eso.

Le había pedido a Sans que cuidara de su hermano y que también cuidara de sí mismo, les dio a ambos las indicaciones de cómo llamarlo por el teléfono ante cualquier problema que se presentara y también en el lugar en dónde había dejado la comida que no necesitaba ser cocida o esas cosas.

-¿Cuándo va a volver, doctor? -Le preguntó Papyrus limpiando sus mejillas.

-"La verdad es que no lo sé, tengo mucho trabajo y no creo volver hoy, Papyrus" -A veces a Gaster le impresionaba la noble e inocente capacidad en los niños de apegarse afectuosamente hacia los demás. Para ellos querer a otra persona era como respirar, es decir, él pensaba que los niños vivían o funcionaban a base de sentimientos y afecto hacia ellos mismos y hacia los demás, sin egoísmo ni esperando algo más, sólo pasaba.

-S-Sans, *snif* ¿qué dijo?

-Qué no sabe cuándo va a volver. -Respondió este sentado en la escalera.

-¡¿Queeé?! ¡Nooo, no nos abandone, doctor! -Aprovechó su pequeña estatura para "detener" a Gaster aferrándose a su pierna derecha. -¡Lléveme con usted!

La ingenuidad y su candidez era lo que marcaba su dulce esencia. Incluso si se lo imploraba Gaster no podía hacer nada al respecto a los deseos de su pequeño inquilino, en el laboratorio no se aceptaban menores de edad. Y, mucho menos a unas máquinas de destrucción como ellos. -"Lo siento Papyrus, no puedo llevarlos".

-¿Sans...?

-Dice que no puede llevarnos... -Repitió el mayor con tristeza.

-¡¿Queeé?! ¡¿Por queeé?!

-"Pero Sans va a cuidarte mientras yo no estoy, así que no debes tener miedo".

-Dice que yo voy a cuidarte hasta que él llegue.

-¡Nooo! ¡No quiero, no quiero! -Apretó más sus brazos alrededor de su pierna. -¡Yo quiero estar con usted, doctor! ¡Le prometo que Papyrus no hará nada malo, se comportará bien...!

-Sé que si lo dejo aquí me odiará y no dejará de llorar, pero tampoco puedo llevarlo o me tomarán la atención a mí... -No quería quedar mal con Papyrus, tampoco quería dejarlo en ese estado a manos de Sans o este de seguro no podría con él. -Ah...

Quién diría que un niño le haría romper las reglas de su preciado trabajo.

Reglas que en años nunca había y habían sido quebrantadas ahora lo hacían gracias al manipulador de Papyrus, siendo que Gaster era estricto y exigente ante todo lo que tuviera que ver con reglas y leyes. ¿Qué demonios le pasaba? Al parecer su corazón debía someterse a un duro régimen para volver a ser como antes y dejar las tonterías arriesgadas atrás.

No le había quedado de otra que llevar a los niños consigo al trabajo, sin antes dejarles en claro lo que podían y no podían hacer ya una vez dentro. Las prohibiciones eran simples: no gritar, no salir de su laboratorio, no pelear y NO TOCAR ABSOLUTAMENTE NADA.

Para eso, dentro de su maletín de trabajo metió sus juguetes y sus meriendas para la tarde, también se aseguró con unas mudas de ropa por si ocurría algún pequeño inconveniente. Tuvo que dejar la mayoría de sus materiales y carpetas en casa para que todo eso entrara en el maletín, que antes de meter la manta de Papyrus ya estaba a punto de explotar.

Shadows At Noon.Where stories live. Discover now