Capítulo V

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*POR LA MAÑANA...EN EL LUGAR DEL PUEBLO DE GORCA...*

Las cosas habían terminado...los incendios cesaron. El pueblo, (o lo que fue el pueblo) se encontraba en silencio total, sepulcral; el sol apenas se vislumbraba por el horizonte y en cualquier momento amanecería...algunos pájaros trillaban y hacían del ambiente triste algo ameno. Todo era completa destrucción y cuando la parca mostraba ser dominante, de entre los escombros de una choza hubo movimiento. Una palma con manga de tela corriente rasgada, salió a la superficie y luego el resto de un cuerpo, arrastrándose entre las cenizas de la casa: se trataba de Amy.

A pesar de que la casa fue derribada, la mesa en la que se había escondido en un principio resistió la caída de las maderas y no solamente eso, sino que, los escombro formaron una especie de "cueva" pero, el incendio si le afecto bastante, el humo hizo que se desmayara y perdiera el conocimiento durante toda la madrugada...estaba más que sorprendida de seguir viva, ahora más que nunca estaba segura de que las palabras de su tía fueron serias y verídicas...tenía un destino diferente.

Amy logró sentarse, permaneció con la cola sobre los escombros durante unos minutos mientras escuchaba el trillo de los pájaros. Se sintió relajada, en paz...y de pronto, sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a lo lejos a un erizo, con una tonalidad de rojo muy parecida a la de...su padre.

No pudo evitar seguir llorando al saber que se trataba de él. Fue muy tarde, no pudo hacer nada durante la media noche, no logró encontrarlo y ahora se sentía fatal y con ganas de que esa casa la hubiera aplastado y matado durante la noche...

Amy se puso de pie, trastabillando; las rodillas se le doblaban y las tenía bastamente lastimadas, su vestido tenía una abertura en el vientre y era porque algo le había rasgado y lastimado el abdomen. No era una herida tan profunda, pero parecía que sí le costaba ponerse de manera erguida.

La pelirosa no quiso volver a voltear a ver a su padre, al contrario, dio media vuelta y se dirigió al bosque como pudo, todavía sollozando y con su cuerpo herido y debilitado. No quería verlo, no quería recordar lo que era su padre, quería recordar, cómo fue su padre y con esa imagen se quedaría por el resto de sus días, al igual que con la imagen de su tía.

*EL CASTILLO DEL REY, EN LA SALA DEL TRONO*

Arthur recién llegaba de su carrera matutina. Los guardias le ponían su capa y la corona, mientras él caminaba un tanto exhausto hacia su trono; eso hasta que...

—¡Respetable Rey!, lo busca el Caballero Lancelot —Gimió exhausto el mensajero por haber corrido el largo pasillo.

—¿Lancelot? ¡Que sorpresa! Que venga ante mí, vamos.

El mensajero sin contestar se dio la vuelta y salió rápidamente para dejar entrar a Lancelot que, en el momento en que llegó, repitió el mismo ritual. Se arrodilló y desenfundó su espada haciendo una reverencia como era habitual, mostrando el respeto inigualable que le tenía a su Rey.

—Venerado Rey de Kamelot, me postro ante vos para informarle que su cometido se ha cumplido satisfactoriamente.

—¡Bravo, caballero! —Arthur dejó caer su retaguardia en su trono con desgane—. Sabía que podía contar contigo... ¿Puedo confiar en la veracidad de tus palabras?

—Por supuesto, Rey, le aseguro que del dichoso pueblo solo hay cenizas.

—Muy bien, me es admirable tu destreza y velocidad para este tipo de cometidos —Suspiró con gozo.

—Para mí, es un placer servirle a usted, Rey Arthur.

—Descanse, caballero, es todo por estos días, pronto me encargaré de invitarlo a un banquete real para pagarle todos sus servicios ante mí.

—Será para mí un honor, mi Rey. —Sil Lancelot se levantó, dando media vuelta sin dejar pasar por alto la reverencia indiscutible.

El caballero se retiró. Arthur no pudo evitar sonreír, sentía una satisfacción pero a la vez...sentía algo extraño dentro de él, algo que se corrompía con el paso del tiempo; incluso, había ocasiones en las que se sentía más miserable a pesar de ser el Rey de Kamelot... ¿Qué le estaba ocurriendo? No era la primera vez experimentaba aquello...

Uno de sus guardias notó esto y, con alarme al notar como el erizo se inclinaba con dolor hacia adelante, preguntó:

—¡Rey! ¿Se encuentra bien?

—Llama a Merlina, creo que necesito otro de sus brebajes...

Cuando te Tuve a mi Lado... (Shadamy) •|REEDITANDO|•Where stories live. Discover now