CAPÍTULO 4

1.8K 114 10
                                    

Cristina llevaba a Isabel sujeta de la cintura y de un brazo, pero la joven Lobo desconfiaba de sus intenciones.

"¿Estoy salvada? —se preguntaba en medio del caos que el alcohol había sembrado en su cabeza—, ¿a dónde me lleva y para qué?"

Isabel caminaba torpemente arrastrando los pies y era Cristina la que cargaba con casi todo su peso. Tenía la mente embotada y los sentidos atrofiados, pero todavía podía sentir el cuerpo cálido de Cristina pegado al suyo, y el perfume que le llegaba de su ropa ¿y de su piel? Sintió un ligero ahogo y optó por cerrar los ojos, así evitaría mirar más de la cuenta hacia el escote de la mujer, que le venía justo a la altura de los ojos.

No fue consciente de en qué momento se terminó aquel paseo surrealista. De pronto se encontraba en una habitación de luces tenues y mobiliario escaso. Apenas pudo echar una ojeada rápida por aquel espacio. Una angustia repentina la azotó y las arcadas le indicaron lo que venía después. Su acompañante también se dio cuenta y la ayudó a entrar en el baño y llegar hasta el inodoro. Isabel empezó a devolver y Cristina retrocedió hasta el hueco de la puerta para darle espacio.

―¿Estás más despejada ahora? ―Isabel la escuchaba en silencio, mientras se incorporaba lentamente y buscaba el lavabo para rentarse la boca y la cara― No sueles beber tanto ¿no? ¿Qué has tomado?, ¿Ron, whisky, vodka...?

Isabel seguía callada, apoyando las manos en el borde del lavabo y con la cabeza gacha. De pronto, el parloteo de Cristina se vio interrumpido por una pregunta que Isabel lanzó al aire con tono agresivo.

―¿Por qué... me has traído aquí? ―La sonrisa desenfadada de Cristina desapareció.

―¿Por qué? ―repitió Cristina con incredulidad― Creo que es bastante obvio.

―Sólo me estaba divirtiendo un poco ―afirmó la joven Lobo sin mirarla.

―Vaya, entonces malinterpreté la situación, quizá tendría que haberte dejado salir de aquí con ellos.

Resopló y dio la vuelta sobre sus tacones para adentrarse en la habitación.

―No malinterpretaste la situación... ―confesó Isabel en voz baja— Yo... no quería estar con ellos. —Cristina la escuchó y volvió sobre sus pasos.

―Entonces ¿a qué ha venido lo de hace un momento? ―le reprochó.

―Lo siento... no he tenido un buen día —declaró con voz tenue.

Isabel alzó la mirada, pero su rostro lucía demacrado por la borrachera y algo más que poco tenía que ver con su estado físico. Cristina sintió compasión por ella y la ayudó a caminar hasta la cama.

―Anda ven, siéntate en la cama y respira con calma ―Cuando Isabel estuvo recostada sobre la cama, Cristina se dirigió al mueble del minibar―, tiene que haber agua por aquí.

Isabel la contemplaba cautivada, y le importaba poco si era real o efecto del alcohol que casi pudiera distinguir un aura brillante y desenfocada rodeando a la andaluza. Sólo unos días atrás se había burlado de ella, y más de una vez, pero esa noche la había sacado de una situación muy comprometida y la estaba tratando con amabilidad. ¿Dónde estaban su arrogancia y su descaro?, ¿de verdad era la misma mujer del hotel y de la fiesta? Si no lo era, prefería quedarse con esta nueva Cristina. La morena se acercó a la cama y le ofreció un vaso lleno de agua.

―Ten... ―Isabel lo cogió y se lo llevó a la boca a cámara lenta, sin dejar de mirarla― Me miras como si no me hubieras visto nunca.

"Así es como me siento", afirmó Isabel en su interior.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Where stories live. Discover now