CAPÍTULO 18

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El domingo fue un día tranquilo. Cristina decidió no recibir clientes, necesitaba descansar, sobre todo, emocionalmente. El torbellino de sentimientos y emociones en que se hallaba sumida en las últimas semanas le estaba pasando factura. Incluso prefirió no quedar con su amiga Inés, quería estar sola. Porque así nadie le impediría pensar en Isabel Lobo tanto como quisiera, aunque eso la marease aún más. Curiosamente, fue la propia Isabel quien interrumpió su jornada de reflexión a mitad de tarde con uno de sus mensajes.

"Hola Cristina, te he mandado un email con las fotos que nos hicimos ayer, la verdad es que todas son muy bonitas... ¿debería plantearme cambiar de carrera? —Cristina sonrió con la broma de Isabel— También quería decirte que de momento no podré volver a quedar —Estas palabras le robaron la sonrisa a la morena—, tengo que concentrarme para preparar la exposición de uno de mis trabajos en un congreso de la universidad que se celebra dentro de ocho días, deséame suerte. Que pases buena tarde de domingo. Besos."

Cristina comprendía que Isabel estaba estudiando en la universidad y que tenía obligaciones, pero eso no hacía que le molestase menos el no poder verla hasta dentro de, por lo menos, dos semanas. Suspiró con pesadez. Sin embargo, no incomodaría a Isabel con sus deseos egoístas.

"Hola Isabel, gracias por las fotos y mucha suerte para la exposición. Feliz tarde. Besos."

Fue un poco escueta, pero no quería robarle más tiempo, preparar esa exposición era algo importante para la joven Lobo, no cabía duda, y respetaría su decisión de tomarse tiempo sin verse. Para quitarse el sabor agridulce de su mensaje, Cristina entró en su correo electrónico desde su portátil y dedicó un largo rato a contemplar las fotos que se habían hecho el día anterior. No recordaba cuándo había sido la última vez que se lo había pasado tan bien con un cliente, si es que la había habido. No se pudo contener, y acabó imprimiendo varias de las fotografías, después las recortó y las depositó en el primer cajón de su mesita de noche.

Ya que no podría verla en persona durante un tiempo, al menos la vería en aquellas imágenes. La morena cerró los ojos, evocando el pasado. Recordaría la maravillosa tarde que habían compartido, haciéndose fotos... y haciendo el... Sus ojos verdes se abrieron repentinamente.

—Haciendo el... amor... —musitó sorprendida consigo misma—. Nunca antes he utilizado esa expresión para mis encuentros con clientes —añadió con el ceño fruncido.

***

Isabel estaba bastante concentrada en su exposición, había sido buena idea distanciarse de Cristina durante unos días. Pero que no quedase con ella no significaba que no la tuviera presente a menudo. La morena no era la única que dedicaba ratos a observar las fotos que se habían hecho. Isabel incluso se las había pasado al móvil, de manera que podía verlas en cualquier momento y en cualquier lugar. Aunque, por supuesto, intentaba no hacerlo a todas horas, entre otras cosas, porque su padre o sus hermanas podían pillarla con cara de atontada, y no le apetecía tener que inventarse más mentiras para salir del paso.

—Al final expongo el martes que viene, han seleccionado los tres mejores trabajos del curso —anunció en la mesa, mientras comían.

—Enhorabuena, hija —exclamó Antonio Lobo lleno de orgullo—. Te has ganado esa matrícula de honor, terminarás la carrera con una nota envidiable —aseguró mientras miraba de soslayo a Nieves, que no quería darse por aludida.

—¿Expones por la tarde? —preguntó Rosa muy interesada.

—No, lo han cambiado a la mañana.

—Qué rabia, yo quería ir a verte —dijo Rosa—, pero seguro que papá no me deja pelarme mis clases —añadió haciendo pucheros.

—Has acertado, no puedes dejar de lado tus responsabilidades —explicó Lobo—, y yo tampoco, tendrás que perdonarme.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora