CAPÍTULO 25

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Isabel llevaba varias semanas rara, muy rara, o eso pensaban sus hermanas Nieves y Almudena. Rosa tenía más información, pero lo disimulaba. Era domingo por la tarde, Lobo estaba en la hacienda, Lidia en la cocina y las cuatro hermanas estaban en el salón principal, dedicadas a distintas actividades, en sus mundos, en silencio, hasta que Nieves habló.

—¿Estás saliendo con alguien, Isabel?

—¿Qué? —replicó Isabel sorprendida. Rosa alzó la cabeza de su portátil y Almudena abandonó la página de su libro.

—Llevas un tiempo muy rara, no pareces tú... —explicó Nieves—, ¿a que sí?

Miró a Rosa y Almudena, que se unieron a la conversación.

—La verdad es que ahora sales más que antes, mucho más —añadió Almudena.

—Yo no veo nada raro en que salga con sus amigas —replicó Rosa.

Isabel se dedicaba a mirar a una y otra de manera alternativa, callada, rezando que la conversación cambiase de protagonista.

—Es que ahí está el asunto, Isabel no tiene muchas amigas que digamos, y de pronto no para de salir —apuntó Nieves estrechando los ojos—, esto me huele a una relación amorosa.

—¡Qué va, en absoluto! —exclamó Isabel sin perder un segundo.

—Te pones a la defensiva... sospechoso —señaló Almudena.

—Somos tus hermanas, puedes confiar en nosotras —insistió Nieves—, ¿tienes novio, Isabel?

—No, no tengo novio —aseguró Isabel sin faltar a la verdad.

—Siempre igual, novio, como si no pudiera haber otra cosa para una chica... —farfulló Rosa con evidente molestia.

—¿Qué has dicho, Rosa? —preguntó Almudena.

—¿Eh, yo?, nada, ¿por qué? —contestó la niña con nerviosismo.

—Mierda... —musitó Isabel, llamando la atención de Nieves.

—¿Y si no es novio qué demonios va a ser? —preguntó desconcertada.

—Novia, por ejemplo —exclamó Rosa con seriedad.

—¡Rosa! —chilló Isabel, y sus hermanas la miraron con cara de sorpresa.

Su hermana pequeña no lo había hecho con mala intención, al contrario, se le había escapado porque, por un momento, la había dominado su indignación por todos los años que Isabel se había tenido que esconder sin poder compartir con nadie sus sentimientos. Isabel lo sabía, pero sin querer, Rosa acababa de empujarla fuera del armario.

—¿Te ves con una mujer? —Se atrevió a preguntar Almudena frunciendo el ceño.

Isabel estaba callada, no sabía qué contestar.

—¿Pero qué tonterías estáis diciendo?, a Isabel no le van las mujeres, ¿a que no? —dijo Nieves acercándose a su hermana—, ¿a que no, Isabel? —repitió.

Rosa miraba a Isabel con arrepentimiento, sentía que había metido la pata después de prometerle que le guardaría el secreto. Isabel advirtió su culpa y se sintió mal por ella, no merecía cargar con semejante peso, y ya iba siendo hora de empezar a contar la verdad. Se aclaró la garganta y empezó a hablar.

—Lo cierto es que sí, Nieves, me gustan las mujeres, y sí, Almudena, me estoy viendo con una mujer, con mi novia Cristina concretamente, y estoy muy enamorada de ella —Ninguna de sus hermanas parecía reaccionar. Isabel mostraba una sonrisa nerviosa y las manos le temblaban—, bueno, decid algo, por favor.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]حيث تعيش القصص. اكتشف الآن