CAPÍTULO 5

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Pasaba de la una del mediodía del sábado. Rosa entró en la habitación de su hermana sin hacer ruido. Llevaba una bandeja en las manos, con un vaso de leche y algunas galletas. La dejó sobre la mesita y observó a Isabel, que dormía, ajena a su presencia. Rosa frunció ligeramente el ceño sin dejar de mirar a su hermana.

―¿Qué es lo que te pasa, Isabel? ―dijo en voz baja para no despertarla. Después cogió su mano, se la besó, y abandonó la habitación en silencio.

―¿Cómo está?, ¿ha desayunado? ―preguntó Almudena al ver a Rosa por el pasillo.

―Pues no, sigue durmiendo y no he querido despertarla ―contestó Rosa.

―Mejor, ahora lo que necesita es descanso y que se le vaya la resaca.

―Nieves mintió a papá ¿verdad?

―Sí Rosa, pero así papá no castigará a Isabel.

―Lo sé, lo que me preocupa es saber qué hacía Isabel borracha por ahí ―admitió Rosa.

―A mí también me preocupa, por eso quiero hablar con ella, pero más tarde, cuando esté repuesta y yo tenga un rato.

―Eso, hay que hablar con ella ―intervino Nieves repentinamente―, ¿qué es eso de salir de fiesta sin nosotras? ―dijo divertida. Almudena y Rosa la miraron negando con la cabeza, Nieves nunca cambiaría.

―Esta mañana he visto a Aníbal ―empezó Rosa―, antes de que se fuera a trabajar a la hacienda. ―Nieves dejó de sonreír de inmediato.

―¿Te ha dicho algo? ―preguntó con cierto temor.

―No, pero se le veía muy contento, y él por lo general es bastante serio. Me ha llamado la atención ―explicaba la muchacha.

―Quizá le ha pasado algo bueno ―sugirió Nieves más tranquila.

Lo que había pasado entre ellos era cosa de ellos, y no le apetecía que se enterase nadie más, especialmente su padre.

Félix Saavedra llamó a Almudena para informarla de que al final no podría comer con ella, pero que la invitaba a cenar. Tuvo que cambiar rápidamente de planes, pues pensaba cenar e ir al cine con César. Se prometió a sí misma que sería la última vez que estropearía una cita con César por culpa de terceras personas. El chico fue comprensivo y aceptó adelantar su cita a la tarde, así que se verían después de comer, para pasar la tarde juntos.

***

Aníbal llegó a la villa familiar después de trabajar durante toda la mañana en la hacienda. No perdía la sonrisa. Saludó a todos con energía.

―Buenas tardes, ¿qué tenemos hoy para comer? ―dijo al entrar en el comedor.

Isabel, que ya se había levantado, sonrió al verlo.

―Arroz con verduras y carne asada de segundo ―contestó Rosa.

―Estupendo, me muero de hambre ―Aníbal se sentaba al lado de Isabel en la mesa―. ¿cómo te encuentras?

―Más o menos... ya no me mareo al andar ―bromeó Isabel―, ¿vas a volver a la haciendo por la tarde?

―Sí, ¿por qué?

―Me gustaría ir contigo. Necesito respirar aire fresco y contarte algo ―susurró por lo bajo para que Lidia y sus hermanas no la escuchasen. Aníbal asintió disimuladamente.

Cuando Nieves entró en la estancia, Aníbal se irguió en la silla y la miró embelesado. Sólo Isabel se dio cuenta, pues sus hermanas andaban distraídas sirviéndose la comida. Pero Nieves apenas le dedicó unos segundos, en seguida saludó y empezó a hablar con las demás, igonorándolo por completo.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora