CAPÍTULO 20

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Lo primero que hizo Isabel al salir del aula donde había realizado el examen, no fue comentarlo con sus compañeros, ni ir al baño o llamar a su padre o a alguna de sus hermanas. Lo que más le apetecía en aquellos momentos era escuchar la voz de Cristina Osuna.

—¿Isabel? —preguntó la morena, sorprendida por la llamada de mediodía.

—¡Cristina, ya he salido del examen! —exclamó con un ánimo arrollador.

—Pues, tal como suenas, te debe haber salido bien —dijo Cristina.

—¡Sí, me sabía todas las preguntas! —replicó la joven Lobo con energía— Bueno, la penúltima no me ha quedado muy allá, pero estoy segura de que llegaré al nueve —añadió con satisfacción.

—Te lo mereces, te has esforzado mucho —manifestó la morena.

Isabel permaneció unos instantes en silencio, disfrutando de esa sonrisa que no podía ver pero que sabía que Cristina estaba regalando a quien pudiera observarla en esos momentos. No recordaba cuándo había aprendido a reconocer los distintos tonos de su voz con acento andaluz, pero lo hacía, y Cristina sonaba sincera y feliz. Sin embargo, se le había escapado algo que la morena, con sus palabras, le descubrió.

—Me siento muy orgullosa de ti, Isabel. —Ahora fue la joven Lobo quien sonrió ampliamente.

—Gracias... respecto a lo de mañana... —Cristina sintió un ligero mareo al sopesar la posibilidad de que Isabel fuese a cancelar su encuentro— ¿Te parece que cenemos juntas para celebrar lo de mi examen?, y luego ya podemos ir a un hotel.

—¡Claro, me parece perfecto! —replicó aliviada.

***

El viernes, Rosa asistió al cumpleaños de una amiga, así que no pudo hablar con su hermana Isabel. Esperó al sábado por la tarde, aprovechando que su padre se había ido a la hacienda. La niña tocó a la puerta, y una Isabel distraída le dio permiso para entrar. Rosa tuvo que parpadear varias veces para creerse lo que veían sus ojos. Isabel estaba revolviendo la ropa de su armario, y tenía la cama cubierta de prendas, y no de libros y apuntes, como acostumbraba. ¿Desde cuándo le preocupaba tanto su aspecto?

—¿Vas a salir? —preguntó para salir de dudas.

—Sí, Rosa, he quedado con unos amigos, tengo cena y luego saldremos por ahí... —contestó Isabel sin dedicarle una sola mirada. Toda su atención se concentraba en la ropa de su armario.

—Es que... quería hablar contigo —dijo la niña.

—¿Dudas con algún tema de clase? —inquirió Isabel, acostumbrada a ayudar a Rosa con sus deberes.

—No, no, nada de clase... —se apresuró a aclarar— ¿tienes un momento?

—Pues... la verdad es que no, Rosa —Por fin le dedicó una mirada, mientras sujetaba dos camisetas.

—La azul —se pronunció Rosa—, hace juego con tus ojos.

—Eso mismo me dijo —Isabel habló de manera instintiva, pero se detuvo a tiempo—, una amiga.

Rosa estrechó un poco sus orbes oscuros. Aquel detalle era una señal más. Sus dudas se disipaban con cada segundo que observaba y escuchaba a su hermana Isabel, mientras dudaba, nerviosa, sobre qué ropa ponerse para su supuesto encuentro con amigos.

«Tú has quedado con la chica de las fotos —se decía Rosa—, a mí no me engañas.»

—Está bien, no te molesto más, pero prométeme que hablaremos mañana sin falta.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Where stories live. Discover now