CAPÍTULO 7

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Cristina llevaba sus cabellos negros sueltos, con ligeras ondulaciones hacia las puntas. Los hermosos ojos verdosos destacaban en su rostro con un acertado maquillaje oscuro. Sus labios sonreían, embellecidos con un tono rojizo. Isabel parecía haberse quedado muda. ¿Aquella mujer tan hermosa iba a ser toda suya durante unas horas?

―Como no me indicaste tus preferencias, he elegido por mi cuenta, ropa sencilla pero elegante, ¿te gusta? ―dijo para romper el hielo.

―Sí... ―contestó la joven― Te sienta... muy bien.

«Joder, sólo me falta tartamudear ―se reprendió Isabel―, va a pensar que soy retrasada. Pero es que es... demasiado hermosa... ¿dónde me he metido?»

―¿Cómo lo hacemos, quieres que me desnude o prefieres desnudarme tú? ―Isabel la miraba haciendo un esfuerzo por no abrir demasiado la boca quedando como una idiota.

Cristina la observó en silencio, y ante la falta de arrojo de la joven Lobo tomó una decisión.

―Lo haré yo ―Pero no iba a hacerlo del todo sola―, ¿me ayudas con la cremallera?, es incómoda de bajar y no quiero estropearla.

―Sí, claro... ―Isabel se acercó a ella despacio, casi temerosa.

La cremallera bajaba a ritmo lento, hasta que por fin estaba toda abierta. La joven Lobo había intentando no rozar la piel de la mujer, como si de hacerlo se fuera a quemar los dedos. Entonces Cristina se llevó las manos a los hombros para deslizar sobre ellos los tirantes del vestido. Isabel asistía a la escena totalmente quieta, pero sin perder detalle.

―Puedes ayudarme con esto también... si quieres ―sugirió Cristina de manera juguetona. Estaba intentando provocarla. Por lo general, tenía que frenar un poco a los hombres que pagaban por su compañía, y le resultaba divertido y hasta tierno que con Isabel Lobo fuese tan diferente.

La joven posó sus manos sobre los hombros de Cristina y tiró hacia abajo con suavidad. Su respiración se alteró un poco al poder sentir la piel suave bajo sus dedos.

«La estoy tocando, ¡la estoy tocando! ―se repetía― Y qué bien huele...»

Cristina no pudo contener la sonrisa al percibir la agitación de Isabel. Cómo le gustaba afectarla así.

―Gracias... ―agradeció la morena.

―De nada.

Con las manos delante del pecho, sujetando todavía su vestido, se volvió hacia Isabel. No quería perderse su cara en el momento en que quedase expuesta ante ella. Cuando estuvo segura de que Isabel la veía bien, dejó caer la fina tela, descubriendo su esbelto cuerpo y un sugerente conjunto negro de ropa interior rematado por unas medias oscuras sobre sus largas piernas.

«Esa es la carita que esperaba ver en ti ―se regocijaba Cristina―, es evidente que te gusta lo que ves... la misma mirada que cuando nos conocimos en aquel hotel.»

―Hace calor aquí, ¿no? ―exclamó Isabel con las mejillas sonrojadas, aunque no por la temperatura de la habitación― ¿Bajo un poco la calefacción?

―Yo estoy bien ―replicó Cristina sin dejar de sonreír. «Pobrecilla... qué linda.»

«Es demasiado bonita, menudo cuerpazo... yo no le voy a gustar ―se lamentaba Isabel en sus adentros―, no estoy tan buena... y si se lo noto me moriré de pena y de vergüenza.»

―A lo mejor si te quitaras algo de ropa, vas muy abrigada ―sugirió la morena.

Isabel le hizo caso y se quitó el jersey, dejándolo cuidadosamente colocado junto al abrigo de Cristina. Entonces, de nuevo la miró sin saber qué decir.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Место, где живут истории. Откройте их для себя