CAPÍTULO 14

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Tal y como Isabel le había asegurado a Cristina, Lobo y sus hermanas estaban ocupadas aquella mañana de lunes. Todas tenían clase y su padre iba a cerrar algunos negocios en Madrid, así que nadie las molestaría en la hacienda.

―Ya sabes que conmigo no vas a tener ningún problema, pero... ―decía Aníbal―, ¿no es un poco arriesgado llevarla a "Casa Grande", Isabel?

―No te preocupes ―replicó Isabel―, papá estará ocupado hasta la tarde, para cuando vuelva, Cristina ya no estará en la hacienda.

Nieves había terminado de desayunar y se acercaba a la puerta de la casa con una carpeta en las manos y el bolso colgado sobre un hombro. Cuando vio a Isabel y Aníbal cuchicheando frunció el ceño. Desde hacía un tiempo parecían especialmente unidos, no era la primera vez que los descubría hablando de algo con evidente discreción.

―¿Se puede saber de qué habláis tan concentrados? ―preguntó Nieves en voz alta. Ambos se sobresaltaron un poco.

―De nada importante ―aseguró Isabel justo antes de plantarle un beso en la mejilla a Aníbal. Nieves enarcó una ceja―. Gracias, te veo luego en la hacienda ―susurró y se marchó escaleras arriba, hacia su habitación.

―¿Qué te traes con mi hermana? ―insistió Nieves, ahora incluso molesta.

―Perdona, Nieves, pero eso es asunto nuestro, no tuyo ―contestó dándole la espalda.

Nieves se sintió enrabiada, odiaba cuando la gente no le daba lo que ella quería de ellos.

―Pues yo hoy no vendré hasta la noche a casa, he quedado en la biblioteca con Andrés, un compañero de clase, para hacer un trabajo ―Aníbal detuvo sus pasos―. Estaba muy interesado en quedar conmigo, me dijo que tendremos que trabajar intensamente porque quiere sacar buena nota ―añadió con el tono más malicioso de que fue capaz. Aníbal sonrió de medio lado.

―Pues esfuérzate, no vayas a decepcionarlo ―Nieves torció la boca, no era ésa la respuesta que esperaba―. Ah, y con Isabel hablaba de cosas del campo, de la tierra... cosas que nunca entenderás ni sabrás valorar ―acusó mientras clavaba sus ojos negros en los de ella. Aquello era inaudito, había querido provocarle celos, y al final, era ella la que los estaba sintiendo.

***

Cristina esperaba en la plaza de Cibeles, tal como había quedado con Isabel. Llevaba casi diez minutos cuando vio que un coche frenaba coforme se acercaba a ella, y pronto reconoció a su conductora, que le sonrió y le hizo gestos para que se acercase al vehículo. Cristina le devolvió el saludo y se sentó a su lado.

―Buenos días, Cristina ―Isabel se inclinó sobre ella para darle dos besos en las mejillas, aunque resultaron besos un poco torpes debido a la incomodidad de la postura―, qué puntual eres.

―Hola, Isabel ―Le devolvió los besos―, sí, no me gusta llegar tarde «sobre todo si he quedado contigo». ¿Qué tal te encuentras?

―Mejor que ayer, gracias por preguntar... estás muy guapa ―admitió Isabel sonriendo. Le había dedicado un buen vistazo cuando todavía no se había subido a su coche.

―Gracias... ―Cristina apartó la mirada para que Isabel no notase su agitación. Estaba un tanto emocionada por volver a verla. Respiró hondo y retomó su papel de chica desenvuelta― ¿Crees que parezco lo suficientemente universitaria? ―Isabel se rió.

―Sí, no habrá ningún problema. ―Cristina también se rió. Vestía vaqueros, botas planas, camiseta y una chaqueta vaquera, ¿quién iba a saber, al verlas juntas, que no eran las compañeras de clase que aseguraban ser?

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Where stories live. Discover now