CAPÍTULO 24

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Isabel observó a la chica que los acompañaba en el ascensor y sintió una sensación familiar, como si la conociera de algo, pero desechó el pensamiento enseguida, le preocupaba bastante más cómo pudiera ir la conversación entre Aníbal y Cristina. Él tampoco le prestó demasiada atención, concentrado en lo que le diría a la andaluza. Sin embargo, la rubia le dedicaba miradas de reojo sin parar.

«Qué chico más atractivo, ¿vivirá aquí? —se preguntaba—, ¿ésa es su novia?»

La desconocida fue la primera en salir del ascensor, y se dirigió a la puerta de Cristina, tocando el timbre. Isabel y Aníbal se quedaron unos pasos detrás de ella, sorprendidos por la casualidad.

—¡Hola Inés! —saludó Cristina al abrir la puerta.

—¡Hola guapa! —Inés se acercó a ella y la besó en la mejilla. Después frunció el ceño y se volvió para mirar a las dos personas que parecían vigilarla en silencio.

—¿Isabel? —dijo Cristina.

—¿Ella es...? —pronunció Inés. Por fin conocía a la famosa Isabel Lobo que tanto había revolucionado la vida de su mejor amiga.

Isabel al fin la reconoció, le sonaba de la noche en que fue al local donde trabajaba Cristina, allí la rubia estuvo bailando y desnudándose.

—Hola, me dejé una cosa en tu casa —explicaba con cierta incomodidad ante la inesperada reunión de los cuatro.

—Contigo quería yo hablar —exclamó Aníbal sin poder callar más tiempo.

—¿De qué?, no entiendo... —Cristina estaba desconcertada, y buscó con la mirada a Isabel, que se limitó a encogerse de hombros— Pasad dentro, sea lo que sea, creo que es mejor hablar en privado.

Se sentaron en los sofás del amplio comedor, después de que Aníbal se quedase sorprendido por el lujo de aquel apartamento, no había duda de que Cristina cobraba bien cada encuentro. Inés callaba, dedicada únicamente a observar con detenimiento a Isabel y Aníbal.

«Isabel es mona, tenías razón —se decía internamente—, y Aníbal está como quiere...»

—Bueno, tú dirás —empezó Cristina.

—Iré al grano, no me gusta perder el tiempo —Inés contuvo una risita, tras imaginar sus palabras en un contexto menos decente. Él la miró estrechando los ojos y después continuó hablando—. Sé que Isabel y tú ahora estáis juntas, que sois novias... por eso no puedo entender ni aceptar que sigas haciendo... eso que haces —añadió con evidente molestia.

—¿Quieres decir ejercer la prostitución? —replicó Cristina— A mí me gusta llamar a las cosas por su nombre.

Ambos se miraron con cierto rechazo. Isabel quiso intervenir.

—Perdónale, Cristina, ya le dije que no tenía que hablar contigo de nada, pero él insistió... ya nos vamos. —Se levantó del sofá y miró a Aníbal, esperando que hiciera lo mismo, pero no fue así.

—Yo no me voy de aquí hasta que me explique por qué no lo deja.

—¿Perdona? —exclamó Cristina, empezando a molestarse de verdad— Yo no te debo ninguna explicación, en todo caso, es algo entre Isabel y yo. —La joven Lobo volvió a sentarse, resignada.

—Precisamente, ¿es que no sabes lo duro que es para Isabel salir contigo y que tú te sigas viendo con todos esos hombres? —bramó Aníbal perdiendo la paciencia.

Claro que lo sabía, y le dolía que Isabel sufriese por ello, no sabía qué responder, y no hizo falta, Inés habló por ella.

—Para Cristina tampoco es fácil —exclamó Inés—, ¿o crees que le divierte? —añadió.

Cuando las lobas se enamoran [Crisabel]Where stories live. Discover now