18. Adiós Narnia, lo he pasado bien.

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*se recomienda que se revise antiguo capítulo para coger el hilo de la historia* Se os quiere demasiado y...disfrutad.

Me encontraba en el metro, está vez eran las doce de la mañana. De mi primera mañana, del primer día, en el que empezaba mi felicidad. Todo solucionado. Todo está bien, tranquila. Libre de cargas. Respiré profundamente, solté el aire por mi boca y sonreí. A merecido la pena esperar. A merecido la pena el dolor. Por primera vez, a merecido la pena. Mi cara era libre de ojeras y de ninguna imperfección. Había pasado muy buena noche. Había pasado la noche con la mujer a la que amaba. Yo, que nunca creí siquiera que podría llegar a decir estas cursiladas. Está parte era muy desconocida para los que me rodeaban. Para las personas que me conocen soy una tía cojonuda con un sentido del humor que tela. No conocen a mi yo delicado, y su fallo es no pensar que todo el mundo lo tiene. El mío es más tímido pero lo tengo. Se deja mostrar poco, cobarde se podría decir, pero estaba en proceso, estaba creciendo dentro de mí. Y yo empezaba a conocerlo cada vez más a él. Me gustaba, me caía bien, era un buen chaval.

Me bajé en mi parada. Y empecé a caminar hacía mi casa. Observaba a mí alrededor, los árboles, los pájaros, los edificios. El cielo estaba despejado, un sol grande brillaba sin molestar, no hacía calor, y una brisa acariciaba mi cara, como lo había hecho ella hacía unas horas. Ya la echaba de menos. La despedida había sido hermosa, no me quería marchar y nos habiamos despedido muchas veces. Ella sonreía, y me besaba como ella solo sabe, con esos labios finos que viciaban a cualquiera. A cualquiera, pero eran míos. Se ponía levemente de puntillas y me besaba. Era adorable. Me besaba dejando sonar ese sonido característico de los besos. Muy bajito y muy ligero.

-          Te quiero.

-          Y yo.

Nos volvíamos a besar. Entonces yo me dirigí a irme pero ella me cogió de la mano y me dijo:

-          Hablamos, eh?

-          Claro-

Sonreí y me marché. Me giré por última vez y ella seguía ahí, mirándome, estaba apoyada en la pared, finalmente mis piernas empezaron a andar, de no ser por ellas me hubiese quedado sin dudarlo.

 El día era perfecto, mi vida era perfecta. Dios, que extraño me ha sonado decir eso… Sin paso ligero, disfrutaba del paseo. La vida, definida en un color, era rosa. Llevaba la ropa de ayer, ya que no había dormido en mi casa, sino en un caro hotel, y su aroma aún estaba impregnado en mi vestimenta. Aunque más parte de él, en mi cuerpo. 

La frase “no había dormido en casa” se repitió varias veces en mi mente. Puede que sí que tuviera una pequeña preocupación, jé, mi madre. Estaba claro que había pasado la noche fuera de casa sin avisar. Otra vez, la segunda, pero por el mismo motivo.

Llegué a casa y no me hizo falta picar. Mi madre estaba en el portal, tenía cara de preocupación, estaba hablando con alguien que me hizo darme cuenta que era grave lo que había hecho. Estaba hablando con dos policías. Les explicaba:

-          Y entonces…-

Se dio cuenta de mi presencia, y subió su mirada que se posó en mí. Noté como se iluminaban sus ojos. Se quedó un rato parada y después pasó por en medio de los dos policías y me abrazo. Los policías, como era evidente, pasaron por al lado nuestro y se marcharon sin decir nada para no interrumpir nuestro abrazo.

-          No me vuelvas a hacer esto- Dijo mi madre en el abrazo, y noté que estaba llorando mucho. Me sentí culpable. De camino a casa había pensado que me esperaba lo peor, en plan bronca y no ver el sol durante un tiempo. Pero en ese abrazo supe lo que le había provocado a mi madre.

Juguemos a imaginar (Malú)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن