28. Dejar de tener miedo puede ser malo.

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El fin de semana había pasado y había sido algo extremadamente perfecto. Me encontraba extremadamente feliz, ya ves, toda una afortunada. A mi alrededor solo veía caras largas, pero ni esos conseguían bajar lo más mínimo mi estado de ánimo. Malú me demostró a más no poder lo que me quería, ¿Qué más podía pedir? Nada.

Al final, tendremos que hacer más salidas de estas, ya me entendéis, hacer un “casi cine” porque me había gustado. Recomendable para todo el mundo. ¿Mal día? Casi cine. ¿Estrés? Casi cine.  ¿Triste? Casi cine.

Llamarnos locas, pero dormimos en él coche. ¿Y sabéis con que nos tapamos? Con la manta de Danka otra vez… Tenía tanta felicidad encerrada que me apetecía estallar, explotar, que se enterase todo el mundo. Y todo por una personita, que solo creía tenerla en mis brazos cuando jugaba a imaginar. Pero era real. Sonreí.

Que se hubiera acabado el fin de semana no me importaba. De hecho casi nada me importaba.  Estaba sumergida en mis pensamientos. Mi mente estaba abierta y era clara.

-          Señorita ____, me puede decir que microorganismo tiene las características que acabo de explicar?

Fijé mi vista en el profesor, avergonzada. Clodeth, al lado mío, me chivó algo, pero no pude escucharla.

-          No lo sé…- Estaba verdaderamente avergonzada, la clase hizo un pequeño murmuro que calló el profesor. Los colores se me pusieron en la cara. Supongo que la pregunta era muy fácil, ya que llevábamos toda la clase hablando de aquél dichoso microorganismo que yo no había atendido. Se me hacía tan pesada!

-          La próxima vez este más atenta…- Me dijo, y continuó dando su aburrida explicación.

Clodeth me dió un codazo.

-          Tía, ¿qué te pasa? Estás muy ida…

-          Sí, estoy muy empanada- Reí.

-          Al menos se te ve a gusto, pensando en lo que estarías pensando- Hizo un levantar de cejas peculiar.

Clodeth me gustaba porque no preguntaba sobre mi vida, ni yo de la suya. Teníamos temas de conversación que no sé basaban en eso.  Era distinta, muy simpática, nunca ha metido la pata conmigo, nunca ha dicho algo que pudiera molestar a nadie…exeptó para defenderme de Fátima claro…usaba muy bien sus palabras y lo que le rodeaba le importaba poco. Y siempre te transmitía esa positividad que llevaba consigo, porque siempre se la veía estaba contenta.

-          ¿Qué hora es?- Pregunté, desesperada por acabar. Clodeth sacó su móvil del bolsillo por debajo de la mesa.

-          Ha pasado un cuarto de hora.

-          ¿Qué?!- Clodeth rió, me salió del alma, noté como algunos de mis compañeros me clavaban la mirada en mi espalda. – Esto va a acabar conmigo…- Susurré esta vez.

Seguro que has tenido esa sensación alguna vez…llegar a un punto tan insoportable de la clase que no saber ni en que pensar. Una vez, una profesora me dijo que si llegaba a ese punto, solo tenía que ocupar mi mente escuchando al profesor, pero en ese momento, eso me causaba un esfuerzo. Solo quería salir de esa especie de jaula, aún sabiendo que fuera no me esperaría nadie. No, nadie. Por desgracia hoy no había quedado con Malú…

Me entretuve un rato dando vueltas al lápiz, después, otra cosa que solía hacer cuando me encontraba en este estado, era mirar a mis compañeros. Unos aburridos también, casi todo el mundo tomando apuntes, otros susurrando y riendo, unos tortolitos al final de la clase acariciándose las manos…

Juguemos a imaginar (Malú)Where stories live. Discover now