Mucho más de lo que yo creía

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La limusina estuvo puntualmente a las diez, como había dicho Ethan el día anterior. Un hombre corpulento descendió de adelante y me abrió la puerta para que ingrese.

Se detuvo al menos media hora después, en una zona de edificios corporativos de la ciudad. El edificio en cuestión era alto y de lujo, con ventanales que se extendían por toda la fachada.

Me bajé cuando me hubo abierto la puerta de nuevo y atravesé las anchas escaleras hasta la entrada principal. El interior era lo más ordenado que había visto en mucho tiempo. Un salón circular enorme con adornos de primer nivel y hasta modernas esculturas en los costados. En el centro se extendía la recepción, con varios hombres y mujeres sentados en sus respectivos escritorios y una sonrisa de oreja a oreja en sus rostros. Me acerqué a una de las señoritas.

—Buenos días. Vengo junto al señor Ethan Welles.

Su sonrisa desapareció de inmediato y me examinó de arriba a abajo.

—¿Nombre y motivo de su visita? —preguntó tajante.

—Jaqueline Rose. Él envió un coche a recogerme.

Esto pareció molestarla aún más, como si no me considerara digna de venir a preguntar por él. Revisó sus papeles de mala gana y me pidió mis documentos para verificar mi identidad. A continuación, me pasó una credencial de plata que tenía grabada la palabra "visita".

—Si sigue por el pasillo de la derecha llegará a los ascensores. Marque el piso once e identifíquese con la secretaria del sr. Welles.

Le agradecí e hice lo que me dijo.

La secretaria de Ethan se puso incluso más desagradable que la recepcionista, cuando le dije quién era y a qué venía.

—Tengo que chequear que el Sr. Welles se encuentre libre —dijo con cara de pocos amigos y ni siquiera me invitó a sentarme mientras ella llamaba desde el interno—. Disculpe, Sr. Welles —su voz se transformó de repente en la voz más dulce que había escuchado jamás— viene junto a usted una niña —dijo haciendo énfasis en esta palabra— Jacqueline Rose, ¿desea que pase a verlo?

Ethan le contestó algo que no pude entender y ella lanzó una risita ridícula mientras jugueteaba con el cable como una tonta.

—Por supuesto, con canela para usted —volvió a soltar la risita.

Al cortar puso la misma expresión de desagrado de antes.

—Pase —dijo señalando con la cabeza la puerta que estaba al costado. Se levantó, tomó una bandeja y comenzó a preparar café.

Abrí la puerta con cuidado e ingresé. Ethan estaba sentado tras el escritorio con la cabeza metida en unos papeles y levantó la mirada.

—Buen día Jackie.

—Buen día —me detuve a contemplar la vista de la ciudad desde allí arriba. —Tu oficina es muy bella.

—Ayer pude notar el empeño que le pones al trabajo, así que eres bienvenida a trabajar aquí cuando quieras —me sonrió.

—Siempre y cuando firme los papeles de mi casa —le dije irónica—. Mira, Ethan... en cuanto a ayer... lamento haber perdido los estribos de esa manera. Fue un mal día y yo...

Él me detuvo con un gesto de la mano. —No tienes que disculparte, todos tenemos días malos en el trabajo. Los míos, por ejemplo, empezaron cuando una chica se negó rotundamente a venderme su propiedad.

No pude evitar soltar una risita y al instante recordé a su secretaria en el teléfono. Supongo que esa era la clase de efecto que causaba él en las mujeres. Me sentí una tonta.

Casa NO en venta (completa✔)Where stories live. Discover now