Epílogo

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Ethan ingresó a mi habitación. Se acomodaba el saco en forma apresurada.

–Aún no terminas de arreglarte y es tardísimo –me regañó, sin perder la delicadeza, como lo hacía a veces.

Después de cinco meses de ser su novia, aún no me había acostumbrado del todo a su acelerado ritmo de vida.

Sin embargo, esa no era la razón por la que había vuelto tan tarde del refugio, sino porque tuve que esperar a los nuevos padres de Erik, quienes fueron a firmar los papeles de adopción y lo retiraron definitivamente.

Que un bebé del refugio se adopte, no ocurría muy a menudo. Y cuando pasaba, me convertía en un mar de lágrimas ese día entero. Era un cúmulo de sentimientos encontrados. Alegría, por saber que por fin pertenecerían a una familia que los ame. Tristeza, por no volver a tenerlos conmigo. Y gratitud, por ser consciente de que no todos los bebés tendrían la bendición de ser adoptados tan pronto.

Pero no podía llorar más. Había intentado desprenderme, durante todo el día, de la mayor cantidad posible de lágrimas, para evitar hacerlo cuando llegara la noche.

No quería arruinar el evento especial de Ethan. Y sabía que verme mal lo entristecería.

¿En qué estaba pensando? Él me conocía demasiado bien y no tardó en percatarse de que mis ojos estaban hinchados.

–¿Por qué estás triste? –me rodeó entre sus brazos, mientras yo me colocaba los zapatos–. ¿Es por Henry?

–Erik –lo corregí, con mucha paciencia–. Y sí, es por él. Pero estoy bien –disimulé.

–Si te pones así por un bebé al que nunca le caíste bien, no me imagino cómo te pondrás cuando se vaya Yohanna.

De ella sí se había aprendido el nombre ya, puesto que le hablaba a menudo de lo mucho que la adoraba y la alegría que le inyectaba a mi trabajo.

"Cuando se vaya Yohanna..."

No, no y no. Sólo pensar en que ése día podía llegar en cualquier momento, me angustiaba amargamente.

–Ni siquiera quiero pensar en eso –contesté, sintiendo que ahora sí mis ojos colapsarían–. No soportaría vivir sin ella.

Él se incorporó de nuevo y se ubicó a mi costado. Llevó las manos a los bolsillos del saco.

–Si te va a doler tanto así, podemos adoptarla.

Me dejó atónita y me vi sonrojar en el espejo.

–¿Lo dices en serio?

–Claro, algún día –aseguró–. Lo hablaremos más adelante. Ahora apúrate o llegaré tarde a mi propia celebración.

Asentí y me apresuré a colocarme el labial. Su celular comenzó a sonar mientras se acercaba a la puerta. Miró la pantalla y colgó sin contestar.

–¿Norman? –le pregunté.

–Ajá.

Me puse de pie y me acerqué a él. Tomé el aparato al tiempo en que entraba la nueva llamada de su padre.

–Hola, Norman.

Lo escuché exhalar al otro lado del tubo, mientras Ethan se retiraba por el pasillo en dirección a su departamento.

Me costaba un poco aceptar que le estaba haciendo lo mismo que le había hecho a David siempre. Nunca le atendía una sola llamada. Si Lydia estaba a su lado, lo hacía ella; y si no, yo.

Al menos no habían dejado de verse en la oficina, a pesar de los intentos de Ethan por obligarlo a cederle a Brittany su lugar en el Directorio. Pero Norman no era nada blando y se mantuvo firme todos estos meses. Aunque cada vez sentía que se iba rindiendo un poco más.

Casa NO en venta (completa✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora